Se encienden las luces. Se abre el telón. Y entra ella. Ana María Casanova en su DNI, Moria Casán como la conocen todos los argentinos. Sale al escenario y canta en código de musical. “Moria, yo soy Moria Casán. Todo el mundo me llamará: ¡la One! Moria, yo soy Moria Casán. Pero el mundo a mí me conoce como la One. Ya fui monja una vez en mi vida, cuando fui Con pecado concebida; reincidir siempre a mí me interesa, con Carmen fui otra monja en Sorpresas. De algún modo ya no espero nada, si es un burro solo espero una patada. Estoy cansada de que en mi vida se metan, ¡todo el mundo se cuelga de mis tetas! No todo es risa, a mí el drama me empuja. Soy feliz con mis adoradas Brujas. De paso pienso en medio de la canción, aún me deben parte del 50 un un montón. Moria, yo soy Moria Casán… Siempre de frente… cuando hablo nunca miento. Te doy amor, ¡vos dame un departamento! Te advierto que conmigo no te metas, o vas a conocer a esta lengua karateka. Con Porcel, con el Dringue y con Stray… Con Marrone, con Pelele y tantos más… Con Barbieri, con Tato y con Olmedo… Tantos genios, del placer juro que muero. No por nada me dicen La One, capos cómicos todos con la Casán. Brillantísima y tan grande esa lista, siempre vuelvo a mi primer amor la revista. Moria, yo soy Moria Casán…”. A mediados de 2015, mientras se destacaba fiel a su estilo en el jurado del Bailando, Moria Casán cantaba su canción titulada La One. No hay mejor manera de presentarla que de esta manera. Con arte, con brillo, con glamour, con risas… y con su propia voz, por supuesto, todo un culto a su yo absoluto.
Por eso, en el recorrido de esta biografía será su voz quien hable por ella. Porque no hay nadie mejor que Moria para hablar sobre Moria. Frontal, verborrágica, educada, sensible, fría, demoledora, reflexiva, despiadada, graciosa, certera, sabia… Todos los calificativos sirven para describirla, o para narrar algún capítulo de su vida. O bien podría resumirse todo en una sola palabra: incorrecta. No es casualidad que así se llame el programa que hoy la tiene en pantalla, todas las tardes, por América. En Incorrectas, Moria despliega cada arista de su personaje, y logra climas como sólo ella puede generar. La misma Moria que en sus talk showsdecía “si querés llorar, llora”. La que revolucionó la paquetería de la época llevando personajes a su cama con A la cama con Moria. A sus 72 años, Moria mantiene su vigencia como solo los grandes de verdad logran hacerlo.
La Casán es diva. Moria no se preocupa por ocupar esa santísima trinidad de figuras que completan Susana Giménez y Mirtha Legrand. Según la época, ellas la ningunean o la aman, aunque últimamente pareciera que han decidido bajar las guardias y disfrutar de lo que sembraron durante tantos años. Moria es una diva, aunque ella reniega de ese concepto. Porque no le gustan los rótulos, ni siquiera se considera “mujer” sino que su identidad va mucho más allá de lo orgánico o lo sexual. Moria es una fantasía convertida en carne. No tuvo la suerte de Susana Giménez, que basó gran parte de su glamorosa fama en su belleza, su carisma, sus productores y su dinero. Tampoco la de Mirtha, una laboriosa incansable que construyó su nombre bajo el ala de Daniel Tynaire. Si Susana y Mirtha le deben gran parte de su historia a Hola Susanay Almorzando…, Moria no cuenta con un producto sobre su espalda que la haya acompañado durante tanto tiempo. Moria es Moria. La femme fatale, la come hombres que se convierte en capocómica, la conductora que con su lucidez nos permite pensar. Moria no necesitó a nadie: se empoderó antes de que se conociera la palabra. Y es polémica, como toda diva.
Su infancia
Dice Moria Casán que no se hace preguntas, que no le gusta mirar hacia atrás, que lo pasado… pisado. No se arrepiente de nada porque considera que la vida es el presente, y va siempre hacia el futuro. Sin embargo, en 2012, decidió publicar un libro con su historia. MeMoriase llamó, y es muy recordada la foto de portada, donde se la veía a Moria totalmente calva. Allí, Moria contó por primera vez un episodio traumático de su infancia, un abuso sexual que sufrió por parte de un familiar muy cercano. Y la marcó para siempre. Pero vayamos al origen, al principio de todo este relato, a la llegada de Moria al mundo.
Ana María Casanova nació el 16 de agosto de 1946 a las 9 de la mañana, el Hospital Militar ubicado en el barrio de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires. Fue la única hija de Rosa Fraga, actriz y ama de casa, y de Juan Casanova, oficial del ejército. Su mamá le quería poner Moria Elizabeth, pero como no la dejaron terminaron poniéndole Ana María. Lo dicho, una estrella única como Moria fue hija única, como Tinelli, Rial, Carmen, la Alfano, Sandro y tantos otros. “Adoré ser hija única. No quería para nada tener hermanos, quería toda la atención para mí. Lo bueno que tuvieron mis padres fue que colocaron bien el amor. No se sobrepasaron ni me exigieron nada de más. Me crié muy independiente, siempre conmigo pero no invadiéndome. Establecí una cuestión muy lúdica conmigo misma, me dediqué mucho a construirme, a tener mis hermanos de fantasía sola con mi espejo, con mi música. Si hubiese tenido un hermanito, quizás en el juego con él o en los celos con él se me hubiera ido parte de mi creatividad. La llegada de un hermano me hubiera sacado de eje. Yo jugaba mucho con mis amigos, pero también jugaba sola, nunca añoré tener un hermano. Teníamos una familia muy completa, y todo eso generó en mí una cosa de mucho arte. Teníamos abono en el Colón, una vez a la semana salía con mi madre, otra con mi padre, y los viernes salíamos los tres juntos. Me acostumbré mucho a estar con ellos y a tener mi libertad. Tuve una infancia muy feliz, no tengo ninguna factura que pasarles a mis padres”.
Moria capitalizó esa soledad para “construirse”, como ella misma le contó a Paparazzi. Las amigas que tenía las obligaba por la fuerza a cumplir roles, una era su marido, la otra su amante, otra su novio, y se divertía inventando historia que, por supuesto, siempre la tenían como protagonista. “Lo que más sufría era levantarme temprano a la mañana para ir al colegio, porque a la noche a mí me gustaba irme a dormir temprano y quedarme hasta tarde pensando hasta que por fin conciliaba el sueño. Mi mamá hacía lo imposible por sacarme de la cama, me cantaba, me hacía el desayuno como a mí me gustaba… Creo que tomé el café con leche con bombilla hasta los 12 años porque no tenía ganas ni de agarrar la taza. ¡Odiaba la mañana! Recién me despertaba cuando en la escuela teníamos que cantar Aurora”. Moria se crió en la zona oeste del Gran Buenos Aires, en Ciudadela, más precisamente en José Ingenieros. “Aunque vivíamos en un barrio, nunca hicimosvida de barrio. No éramos de juntarnos con los vecinos. Me decían Ana María, recién me empezaron a llamar Moria cuando comencé a dedicarme en lo artístico”.
Ser hija única la hizo desarrollar una cualidad que todavía la acompaña, aunque trata de disimular: es muy celosa. “Era una enferma de los celos…Pensar que yo me metía en la cama de mis padres porque no quería que durmieran sin mí”. Su papá quería un hijo varón, pero la llegada de Moria no lo frustró en su capacidad de amor y devoción por su hija. “El se hizo militar por una cuestión de comodidad, porque era un hombre del interior, medio bohemio, nadaba perfecto, y se metió en eso porque le que cerraba ir al Colegio Militar, lo que cobraba… Gracias a eso pudo construir su casa, y él era muy pragmático”. Además, su papá era músico, y de él heredó su pasión por el arte. “Yo no sabía bien a qué me quería dedicar, pero tenía claro una cosa: no me quería casar ni tener hijos. Mi papá era militar, pero no era el típico conservador, con mi mamá eran muy piolas, y aceptaban todos los planteos que yo les hacía”. A pesar de la fiaca que le generaba ir a la escuela, la número 13, en Villa Devoto, Moria era una excelente alumna. Por las tardes tomaba clases de piano –después estudió en el conservatorio y actualmente es profesora– y danza.“Sin embargo, mi papá –no me preguntes por qué– no le gustaba que yo estudiara baile. Así que nos íbamos a escondidas, con mi mamá y mi tía Catalina, a los festivales. Cuando gané por primera vez un concurso de baile mi papá entendió que esa era mi vocación, que me quería dedicar a eso”.
A los 8 años comenzó su relación con los hombres, con su primer novio. Y el episodio lo recuerda la propia Moria, a modo de anécdota. “Fue el primer novio que yo recuerde, y tuvo tirón de orejas y reto en la escuela. Nos llamaron porque nos mandábamos cartitas, nos mirábamos y nos encontrábamos en el recreo. Entonces nos mandaron a la Dirección para ver qué pasaba. Me encantó ir a colegio mixto. Mi niñez fue maravillosa, y siento que llegó a su fin cuando terminé la primaria. Lo sufrí mucho, somaticé toda esa etapa. Lloré dos días seguidos, no me quería desprender de todo eso. Era muy feliz, y me daba lástima perder todo eso. A los 15 mi viejo me preparó el salón y la fiesta, pero es como que yo me negaba a todo eso. No tenía miedo de crecer, sino de perder lo que tenía. Pero cuando terminé la escuela primaria lloré, volví a mi casa llorando, tuve fiebre de lo mal que estaba, y sufrí tanto que al día siguiente me juré que no me iba a acordar nunca más del colegio, y nunca más me acordé”.
Moria era el alma de cada fiesta, bailaba, cantaba, tocaba el piano… Era una pequeña artista con un gran futuro. Y tenía el apoyo de su madre, que fue actriz, y de su papá, que era músico. Sin embargo, otras influencias familiares la terminaron convenciendode seguir la carrera universitaria de abogacía. “Era Derecho o Filosofía, y terminé estudiando para ser abogada. A mí se me hacía muy fácil estudiar, porque tengo una memoria privilegiada, toda la vida fue así. Entonces me costó poco la carrera”, recuerda Moria. Sin embargo, la Facultad de Derecho, esa que hoy mantiene su mística en el barrio de Recoleta la terminó haciendo descubrir el mundo del teatro. “Un día, un compañero me invitó al teatro Nacional y vimos Cuando a abuelita no era hippie, con Zulma Faiad. ¡Quedé encantada con el teatro de revista! Ahí me vio Carlos Petit, que se sorprendió con mi altura, y me ofreció ir a un casting. Al principio pensé que era un chiste, pero me quedé pensando. Así que fui, dos días después, sin decirle nada a nadie. Esa mañana había dado un examen en la facultad. Tenía curiosidad, había algo que me llamaba la atención de todo eso. Llegué tarde, me puse una ropa que me prestaron, me marcaron unos pasos e hice la prueba. Una vez que terminamos vino Petit y me dijo en la cara una frase que fue la que marcó mi ingreso en el mundo del teatro: `Usted debuta esta noche´. Tuve una hora para ir al taller, probarme la ropa, bañarme, peinarme, maquillarme ¡y depilarme! Tuve ardor pero de la depilación, no del pudor. No tuve tiempo de tener ninguna inseguridad, hice un torazo. Fue una entrada muy border, como todo en mi vida”. Era el final de su vida como estudiante universitaria, y el comienzo de su carrera artística.
Cuando en 2012 publicó su ya mencionado libro, Moria recordó con tono literario cómo fue su vida antes de convertirse en Moria. “Mis recuerdos de infancia respetan más que mi barroca imagen. Se caen todos en mi mente, tengo un tsunami emocional y aparece el efecto déjà vu, y despierto todo lo sensorial, hamacándome esa madrugada en el campo de mis abuelos, me duele el estomago de pensar en mis padres durmiendo, los celos me abrazan y siento que de tanto rechazarlos, me hice amiga pero aparecen camuflados y vuelvo a rechazarlos”. También se permitió describir cómo fueron sus inicios en lo que respecta a fantasías sexuales. “Tuve mis primeros orgasmos frotándome con mi almohada, recordando al hombre que pasaba por la puerta de mi casa y me miraba… El me bajaba la mirada y yo la sostenía. ¡Un flash!”.
Sin embargo, una de las partes más controversiales del libro escrito por Moria es en el que cuenta por primera vez haber sido víctima de un abuso sexual. “Mi abuelo abusaba de mí sin penetrarme. Lo hacía todas las tardes, mediante un juego bastante simple y efectivo: yo lo tocaba, él me tocaba a mí. Cuando empezó a hacerlo yo tenía 9 años, y creo recordar que la costumbre se extendió hasta que cumplí los 12. Tres largos años, sí, de una rutina muda, sucia y erotizante que jamás llegó a ser sexo explícito. Porque tengo que admitir que yo lo vivía con una mezcla de placer y rechazo”.Tiempo después, en una entrevista, se explayó sobre el tema. “Fue una situación de abuso que la pude superar, o no, no sé… Nunca fui a un psicólogo, nunca me victimicé. ¿Por qué no me habría de pasar?”.
Los hombres y el sexo
Los hombres y el sexo siempre formaron una parte importante en la vida de Moria, pero ese vínculo se manifestó más fuertemente en su adolescencia. En especial, cuando tuvo su primera experiencia sexual con un hombre. “Me encantaban los hombres, pero tenía como un rechazo… No sé, no quería que me hicieran nada. Yo no necesité de un hombre para desvirgarme. Lo hice con un paso de baile. No quería que ningún tipo tuviera el honor de desvirgarme, así que lo hice yo sola. Hice un paso de baile, abrí las piernas y sentí un pinchazo. Después sí, fue todo más fácil con el chico”. Moria tiene una prolongada experiencia con los hombres y el sexo, sin privarse de nada. ¿Pero qué siente por el amor? “No sé lo que es el amor. Yo soy de apasionarme, pero no de enamorarme. Estar enamorado de alguien me parece de otra época, como edulcorado y mentiroso. En nombre del amor se hacen las peores guerras y las personasusan la palabra amor de una manera tan banal que la detesto. Hoy cualquiera dice que te ama. Yo me apasiono y me entrego, pero si alguien me dice que me ama, le pego. Solo creo en el amor a mí misma, como decía Oscar Wilde. Con esto no quiero decir que sea una mujer egocéntrica, eh… Me refiero a quecuando vos te amás a vos mismo recién ahí podés amar sin sentir que poseés al otro. El amor para toda la vida, la historia convencional de la media naranja, la música romántica, todas esas cosas soporíferas no las soporto.A lo largo de toda mi vida tuve varios amores compulsivos que me hicieron sufrir. Todo lo que viví y transité me hizo ver que amarme a mí misma es lo más importante”.
En junio de 1971, a los 24 años de edad, Moria se casó con Juan Carlos Bojanich, un fabricante de ropa de origen yugoslavo. Estuvieron tres años de novios, pero duraron sólo un año como marido y mujer. Mucho tiempo después, Moria reveló que Bojanich la había golpeado cuando eran pareja. “Era un matrimonio que se estaba por terminar, pero a él le encantaba pegar. En un boliche, me pegó un cachetazo que me sacó las extensiones del pelo, las pestañas postizas y la cara me quedó dando vueltas como una calesita. Las personas que estaban alrededor se hicieron todos los boludos y no me ayudaron”. Según el relato de la diva, hubo un segundo episodio en el que él le pegó una trompada y ella se lo devolvió. Cuando se dio un tercer encontronazo, Moria dijo basta. “Me separé porque la situación no daba para más”.
El año pasado, más precisamente el 29 de octubre de 2018, Moria subió una foto en blanco y negro a su Twitter en la que se la veía jovencísima junto a un hombre algo mayor que ella, calvo y con anteojos. Los dos sonriendo a cámara. "Con este hombre fui feliz", escribió Mo. Se trataba de Carlos Sexton, un representante de futbolistas con quien Moria compartió una larga relación. Estuvieron juntos durante mucho tiempo, unos ocho años, y recorrieron Europa atendiendo los asuntos laborales de él. Aunque Moria lo presentaba como su pareja, el empresario era casado y tenía familia. Junto a él atravesó una de las más grandes pérdidas de su vida, la muerte de su padre. Hace poco, Moria recordó aquel evento a modo de anécdota. "En el año 1977 yo estaba trabajando en el teatro Maipo y estaba entre función y función, pegándome una pestaña en el camarín. Estaba con Carlos Sexton, que era mi pareja en ese momento, y llegaron a saludarme mi papá y mi mamá. Ellos eran de salir mucho los sábados, y entre las funciones habían pasado a saludarme. Cuando se van yo dije:'se va a morir mi papá'. Carlos me dice:'¿qué te pasa que empezaste a llorar?'. Yo me tenía que pegar la pestaña porque me habían llamado de nuevo a escena, y le contesto:'Es que me parece que no voy a ver más a mi papá'.Entonces él me responde: '¿no será que estás en esos días 28, que estás más sensible?'. Bueno, pasó y a la semana siguiente me llama mi mamá me dice: 'Papá no quiere comer, no sé qué le pasa'. A la semana lo internamos al Hospital Militar, y se murió al mes de cáncer con metástasis en el hígado. Yo no tenía idea de que él estaba enfermo. No hubo nada que hacer".
Moria es una mujer llena de libertades. Y de llamar las cosas por su nombre. Por eso no le tiembla el pulso, ni la voz, para recordar su época "de gato", como define ella. "Me regalaron un auto importado para pasar una noche conmigo", confesó hace poco. "A este señor me lo presentó Alfredo Barbieri, pero era un tipo con el que no tenía sexo. Era un tipo que estaba medio loco. Por ahí venía desayunaba conmigo y se iba y no me tocaba un pelo. Eso es ser gato. No como las de ahora que se acuestan por bofe. Yo estaba meses en un hotel pago por él y no pasaba nada. El me quería, estaba casado pero no quería perder la relación por nada del mundo". En su libro autobiográfico, Moria da más precisiones de esta época de su vida en la que no dudaba en prestar su cuerpo para recibir beneficios a cambio. "Mi vida era la de una chica más hasta que un día, mientras estudiaba, tuve la necesidad de salir a la calle para levantarme a un tipo por plata. Entonces me bañé, me vestí, me maquillé, me perfumé y, sin pensarlo, salí a caminar derechito para el Centro. Seduje a un señor que no me gustaba, me acosté con él por plata, me pagó, y la experiencia completa me encantó. Me excitaba mucho saber que podía usar mis atributos para obtener dinero y, además, cada vez que lo hacía lo pasaba muy bien sexualmente". En un reportaje televisivo fue mucho más concreta: "¡Recontra gato fui yo! Cuando tuve esa primera vez por supuesto que me dio asco, me fui a bañar, lo hice bañar a él, e hice que me diera la plata antes. Lo que hice no importa, porque también podés no hacer y jugar. La pasé bien y me encantó. Entonces, tenía como una especie de doble vida muy clandestina. No sé si ejercí la prostitución por ese hecho, tampoco es que me puse en una esquina a yirar con una carterita. La pasé bien, nunca diría que la pasé mal. Después elegí otra cosa, pero el teatro de revistas era parecido a una prostitución".
Moria habla de todo, siempre. En alguna oportunidad desmintió el mito que la presentaba como asidua a la práctica de orgías, aunque sí reconoce haber hecho tríos. "En este país es difícil encontrar un tipo que te haga bien el amor", expresó en una de sus tantas notas para Paparazzi. “Me parece que el sexo es muy importante. Pero si la otra persona no te puede seguir el tren, o por comodidades o dormir separados, no podés tener actividad, está la autosatisfacción, que es muy cómoda también. A mí me motiva la persona, la previa, el bocho que me haga esa persona y me seduzca desde algún lado. Que me busque. ¿Si grito? No sé como soy, eso lo tendría que decir el otro porque yo no me doy cuenta. Soy alocada y muy teatral. Me parece que los argentinos hacen mucho show para el afuera. La gente de este país es poco lanzada y muy reprimida, porque siempre está pensando en el qué dirán o en el otro. Hay mucha histeria, y no sólo de parte de mujeres. También los tipos lo son, tienen muchos rollos".
Nace una estrella
Aquella chica que por la mañana dio un examen y a la noche debutó en la calle Corrientes se fue convirtiendo vertiginosamente en una de las nuevas estrellas del ambiente artístico. Tuvo a su lado a grandes cómicos de aquellos tiempos, únicos e irrepetibles, como Adolfo Stray, Pepito Marrone y Dringue Farías. Trabajó por primera vez junto a Gerardo y Hugo Sofovich, ya como primera vedette, y se subió al escenario con figuras como Alfredo Barbieri y Don Pelele, y en 1977 llegó al Maipo para compartir elenco con Tato Bores. Fueron los años en que se la veía con presencia asegurada en las películas de Olmedo y Porcel, junto a Susana Giménez. Y fue la época en que conoció a Mario Castiglione.
"Mario venía de una vida bohemia, era muy culto, amante de la política. Era un tipo muy cabeza abierta, y conservador a la vez, como me gustan a mí. Un día entra a mi camarín y me dice que estaba enamorado. Así empezamos nuestra relación". Mario Raul Castiglione nació en La Plata, un par de meses antes que Moria, en mayo de 1946. Fue productor teatral, director y actor cómico. Y fue el hombre que convenció a Moria de ser madre. Cuando comenzó su romance con Mario, Moria estaba casada con Carlos Sextón. Pero no dudó en invitar a su nuevo pretendiente a su departamento. "Era la noche ideal: llovía y mi marido estaba de viaje, pero no hicimos nada", recuerda la diva. Con el tiempo, el romance terminó tomando forma y se terminaron casando. Pero tuvieron que pasar unos seis meses para que la pareja tuviera su primera vez. Sí, se tomaron su tiempo para llegar a la cama. "Las primeras veces que íbamos a hoteles, súper clandestinos, no me hacía nada, no me tocaba un pelo, hablábamos de teología ¡y me calentaba tanto! Yo decía: '¡Este hombre es un genio!'. Yo tampoco lo seducía, pero íbamos a charlar a un telo. Hasta que un día dijo: 'Vos no te aflijas que yo voy a poder', y un día pudo".
Eran el uno para el otro, y su unión afectiva también derivó en una nueva sociedad artística. Moria y Mario comenzaron a proyectar trabajos juntos. "Cuando Mario y yo nos encontramos, él resolvió separarse de la gente con la que trabajaba y yo del grupo con quienes siempre hacía revistas. Tenía ganas de convocar yo sola, ser yo la figura femenina, el llamador de las boleterías. Soy una de las pocas mujeres de la Argentina que puede hacerlo, así que decidí lanzarme. Estaba harta de ser partenaire. Entonces trabajamos juntos y asociados amorosamente", explicaba Moria. Castiglione y Moria comenzaron a trabajar en sociedad, aunque Mario era tildado de "gigoló" por la opinión pública, que lo acusaba de vivir a costillas de su famosa esposa. "A la gente que sospecha que yo vivo a costillas de Moria Casán le aseguró que no es verdad. No viví, no vivo, ni vivirá nunca nadie de ella. Lo que yo intento, en realidad, es que no le toquen ni un peso. No para beneficiarme yo, sino para ella", explicaba por entonces.
"Y un día pudo". Tanto pudo Castiglione que logró lo que hasta ese momento parecía imposible. La convenció a Moria de tener un hijo juntos. Sofía Gala Castiglione Casanova nació el 24 de enero de 1987. "Vinieron las enfermeras y me dijeron:‘¿quiere que le traigamos a la beba?’, y yo dije:"¡Nooooo! No quiero nada, hasta que se me pase el dolor. Quiero dormir un rato más y, cuando me despierte, que mi hija no me vea con cara de dolor, ni transpirada, ni nada. Quiero que vea a una madre divina´". De una mujer tan poco convencional como Moria sólo se podía esperar una madre con la misma naturaleza. "Yo estaba en una suite, pero tuve que tomar otra, por todos los regalos que tenía. Cuando me traen a la beba, me peino, me perfumo, me maquillo, toda divina, estupenda. La nena, cuando me mira, ¡sonrisa! Cómo un chico que lo sacás de acá, va a tener que ver a una madre toda llena de transpiración, ¡y pujando! Ya la primera imagen que tiene tu hija tuya es un horror. Además, es un lugar muy feo de dónde salen. Para mí, dar a luz es un hecho maravilloso. Pero que salga una persona por ahí es lo más antinatural del planeta".
La llegada de Sofía no logró que la pareja eludiera lo que venía sufriendo desde hacía un buen tiempo: la pasión se había terminado. Un par de años más tarde, y luego de atravesar varias crisis, Moria y Castiglione decidieron separarse. Mario y su adicción por el alcohol fue otro de los motivos por el que la pareja terminó por romperse. "Mario me dejó por una botella de whisky. Yo no lo dejé a él. Lo nuestro era un psicopateo intelectual, discutíamos de la mañana a la noche, pero yo también le compraba la botella de whisky, no le decía: '¿Hijo de pu… por qué tomás?'". Tiempo después, Mario y Moria volvieron a hacer historia, pero esta vez por otro motivo muy particular. Se lo recordará como uno de los grandes hitos de la tevé de los años noventa. La diva juntó en su programa, Las noches de Moria, a Castiglione con quien era su pareja en ese entonces, Luis Vadalá. La charla, mediada por Jorge Rial, abarcó todos los temas, y los tres terminaron brindando y expresándose cariño. Mario falleció el 21 de mayo del año 2000, a los 54 años de edad, luego de padecer un cáncer de colon que lo mantuvo alejado del trabajo artístico.
Si los ochenta de Moria fueron de Castiglione, los noventa estuvieron dedicados a Luis Vadalá. Una relación que, como suele ser frecuente, terminó en escándalos y acusaciones de todo tipo. Al lado de Vadalá, Moria incursionó en nuevos proyectos. Uno de los más recordados es la creación de Playa Franka, un balneario ubicado al norte de Mar del Plata, en la ruta que una la ciudad con Santa Clara del Mar. Ubicado bajo los acantilados típicos que luce la costa en esa zona de nuestra geografía, la playa de Moria llegaba con una propuesta importada de Europa: que las mujeres pudieran hacer topless sin preocuparse por las miradas ajenas. Los cortes de corpiño fueron una postal aquel verano marplatense, pero Playa Franka terminó poco tiempo después, y hoy integra la larga lista de emprendimientos fallidos que cosecha la diva. Eso sí, siempre a la vanguardia. Tuvo un boliche gay friendly en Mardel, un restaurante con strippers en Palermo, una ruidosa disco en Punta del Este, por nombrar los más recordados.
Pero volvamos a Vadalá. Aquel hombre elegante y misterioso que la acompañaba a todos lados terminó convirtiéndose en uno de sus grandes enemigos una vez separados. En 2011, en una entrevista con Jay Mammon, Vadalá recordó sus años con Moria: "Teníamos buen sexo y degustábamos droga juntos", disparó. Y luego habló de los rumores de infidelidad que atravesaron la pareja justo antes de separarse. "Yo la hice cornuda, pero mientras yo la hacía cornuda ella también andaba con otro". De Vadalá, quien tiempo después participó de una recordada edición de Gran Hermano Famosos, se supo que abrió un taller de chapa y pintura y que más tarde trabajó como encargado en una panadería del barrio de Flores. "La única droga que tengo es la vida. Si tomara drogas estaría destruida, sin dientes, sin neuronas y sin cerebro. A lo mejor lo tiró porque quiere que lo llamen del Bailando. A mí me da lo mismo... El tiene una gran fijación conmigo. Si tiene dignidad, que no vaya más a los medios", expresó Moria al respecto.
La declaración de Moria sobre las drogas va en sintonía con lo que cuenta en su libro, sobre la cocaína en tiempos del teatro de revista. "Si la marihuana funcionaba como un estímulo inocente, entonces ingresarte un toquecito de cocaína era igual a tomarte una copita de champagne. Yo, sin embargo, nunca pasé de eso: pero como no tomo alcohol, a veces venía bien. En el teatro, la cocaína funcionaba como interruptor. En la revista, todos los sábados, venía un chabón a traerla para los capocómicos. Era de la buena, y si no estaba eso ni la botella de whisky, no arrancaba nadie. O llegaban los sobrecitos o se cancelaba la función, porque sin la milonguita no pasaba nada. Nunca fui adicta. Mi droga soy yo misma".
El escándalo Xavier
La vida de Moria siempre estuvo marcada por enormes éxitos y por polémicas tan grandes como esos sucesos. Por laburos con audiencias altísimas y controversias que alcanzaron picos de rating en millones de almuerzos y cenas familiares. Por teatros llenos hasta en los pasillos y escándalos que se cansaron de “cortar entradas” en los programas de la tele y en las tapas de las revistas. Su arrolladora carrera profesional y su agitada vida privada fueron, podría decirse, siempre de la mano. Sin embargo, pocos bochornos la afectaron y le hicieron tanto daño como su relación con Xavier Ferrer Vázquez, cuyo primer nombre, en realidad, es Miguel. Miguel Xavier Ferrer Vázquez: un absoluto desconocido que la conquistó de buenas a primeras y en muy poco tiempo la llevó de vivir las mieles del amor a sufrir uno de los dolores más grandes de toda su existencia, cuya indeseada frutilla del postre fue un juicio que hizo adelgazar abruptamente sus ganancias y sus cuentas bancarias.
La pregunta que se repitió por miles segundos después de conocerse el romance -¿Cómo hizo este muchacho para conquistarla?- aún no encontró una respuesta concreta. Y probablemente nunca la tendrá. Alguna vez, Moria intento despejar la incógnita, pero no lo logró del todo. “No lo sé, honestamente. Me agarró en un momento de flaqueza, un tanto débil de espìritu, venía de algunos fracasos importantes, de lo de Castiglione, del desengaño con Vadalá, de algunas relaciones menores que no fueron felices, y lo vi desprotegido, necesitado de contención, quizás solo. No lo sé decir, pero me parece que fue más un instinto maternal que un fuego interno como mujer. Se ve que era lo que necesitaba en ese momento”, dijo ella cuando el muchacho ya era historia. Y era historia por una tapa de Paparazzique dio la vuelta a la Argentina en un puñado de horas: Xavier fue pescado infraganticon otra mujer (para colmo, bastante más joven que Moria) y esa publicación hizo volar por los aires lo que quedaba de la relación, que era bastante poco. A fuerza de ser sinceros, hay que contar una intimidad de aquella nota. Con las fotos en la mano y consciente del efecto que podían generar, pues mostraban a Xavier en las calles de Mar del Plata junto a la bella morocha Florencia Benedetti, de tan solo 25 años, Luis Ventura, por entonces director de Paparazzi, llamó a la diva. Le contó del “material” que habíamos conseguido y le preguntó si tenía algún problema en que lo publicáramos. “Si es cierto, dale para adelante”fue la respuesta que escuchó el actual conductor de Secretos Verdaderos. A los dos días, ese ejemplar de la revista llegó a los kioskos de todo el país. Duró poco allí, pues alcanzó ventas récord y a la misma velocidad supersónica aterrizó en los canales de televisión, en los estudios de radio y en las redacciones de los diarios. Moria, una de las mujeres más importantes de la historia de la farándula argentina, había sido engañada por un don Nadie al que ella misma había hecho famoso. Hablando mal y pronto, le habían metido los cuernos a uno de los principales estandartes de la belleza y la liberación. No era poca cosa. El contrataque de la diva fue inmediato: anunció la ruptura y le agradeció a Ventura, con quien fortaleció vínculos, por “haberme ayudado a terminar con algo que evidentemente me estaba haciendo mal. Me saqué al Borda de encima y él se quedó sin el cajero automático que tenía abierto las 24 horas. Ahora tendrá que ponerse a trabajar por primera vez”. El país siguió atento y preocupado cada capítulo de aquella novela que se escribió en estas mismas páginas.
Pero antes de que la relación naufragara en un mar de acusaciones, reproches, trapitos al sol y demás estruendos de pirotecnia verbal -Xavier amenazó con suicidarse si Moria lo dejaba- hubo un tiempo que fue bastante mejor y que incluyó viajes por destinos paradisíacos -Las Vegas, precisamente llamada “La ciudad del pecado”, fue uno de sus lugares preferidos-, la posibilidad de tener un hijo de manera natural, a través de un tratamiento o de una adopción -manifestada en otra tapa de Paparazzique generó un gran debate, sobre todo por la edad de ella-, declaraciones de amor altisonantes -sobre todo de parte de él, quien siempre se manifestó muy efusivo para hablar de ella- y un sinnúmero de hechos confusos por el pasado desconocido de Xavier -él mismo se hacía llamar “El hombre de titanio” por la cantidad de operaciones a las que había sido sometido por distintos accidentes- y su fervorosa pasión por los autos de alta gama y la altísima velocidad. Se conocieron en 2002 y estuvieron juntos hasta 2006, pero la relción recién terminó del todo en 2015, cuando salió el fallo por el juicio que él le inició a Moria por la tenencia de vehículos lujosos y que salió favorable a su postura por una cifra varias veces millonaria. Parecido a lo de Susana con algún ex marido. Cosas de diva, se ve. Para Moria, Xavier es un pésimo recuerdo y uno de los dolores que más le costó cicatrizar.
La todoterreno
La vida de Moria post Ferrer Vázquez la encuentra disfrutando de su vida al lado de quien es su más grande amor: Sofía Gala. La relación entre madre e hija tuvo de todo. El método de crianza de Moria fue toda una particularidad para la época. Rosita, su mamá, había dejado la actuación para convertirse en ama de casa. Eso no le iba a pasar a Moria, que en los años ochenta ya pensaba como una mujer del siglo XXI. Antes que madre fue mujer, pero antes que madre también fue actriz y vedette. Nadie le regaló nada, y su nombre lo hizo a base de gastar tacos y caminar escenarios. No fue la madre soñada, pero Sofía creció y hoy es un orgullo para Moria. Pero también para todos los que disfrutan verla como una de las mejores actrices del cine argentino. La "nena" heredó esa actitud rebelde y provocadora de su mamá, pero potenciada al extremo. Y era una luz. A los 6 años se sabía la letra completa de Brujas, el éxito teatral que interpretó Moria durante buena parte de los años noventa. A los 8 participó de un sketch en Moria Banana, que iba por Canal 9. A los 11 fue notera del ciclo Atorrantes, por América. A los 14, se desnudó junto a su madre para una producción fotográfica. Pero el gran revuelo llegaría al poco tiempo, cuando Sofía, de sólo 16 años, contó por la tele que estaba de novia con un médico de 40 años. La relación, por supuesto, tuvo el aval de mamá Moria. La Casán le dio libertad a su hija, toda la que ella deseaba cuando era chica. Eso sí, hubo momentos en que sufrió al extremo las decisiones que Sofía tomaba para su vida."Sofía y yo nos peleamos mucho. No le gusta que exponga tanto mi vida privada", dice Moria. Su pelea más recordada fue cuando hacían el ciclo Malas muchachas, en C5N. Moria le reprochó sus llegadas tardes y su falta de profesionalismo, y Sofía no tuvo pruritos en despacharle frente a todos un insulto que todavía debe dolerle: "¡Vieja loca! No vas a ver nunca más a tu nieta". Eso fue en octubre de 2013. "Siento que ella me quiere castigar todo el tiempo. A Sofía nunca le dije un 'no'. Todo lo que ella quería lo tenía. Le di y le permití todo, pero hasta acá llegó mi amor. Esta fue la pelea más fuerte y la más mediática. Se metió con mi trabajo, y eso no se lo voy a permitir. Ella es muy profesional con sus cosas, pero cuando está al lado mío se convierte en una bebé. Sofía tiene conductas adictivas, cambios de humor constantes, duerme mal, y ni su marido ni sus amigos la ayudan". Madre e hija hicieron su duelo y se reencontraron en la fiesta de fin de año de Helena. Se amigaron y esa reconciliación se hizo pública a fin de año, en el mismo programa donde se habían peleado. Moria le pidió perdón a Sofía, que lloraba ante sus palabras. Unos años después, Sofía volvería a convertirla en abuela con el nacimiento de Dante. "No soy poseedora de mi hija. Fui un vehículo para traerla al mundo. Ahora la tengo que sobrevolar".
Una adelantada
Moria fue una influencer mucho antes de que se inventara la palabra. Sus frases y gestos están metidos en el corazón de los argentinos. Es una meme constante. "Si querés llorar, llorá", es la más famosa. Pero también instaló conceptos como el open mindy a sus novios jóvenes -que los tuvo muchos, por cierto- los llamaba sex toys. Se autodenomina "el Conde de Montecristo con tetas" y su lengua karatekaes capaz de pelearle a cualquiera. A Carmen Barbieri, a quien ama u odia depende el año, la llamó "Tweety con levadura" y "cara de pato cuerpo de lavarropas", y a su hijo Fede Bal lo bautizó "Carmencito Spielberg". Se peleó con Tinelli, a quien se le plantó como nadie en el Bailando -y a quien reemplazó cuando Marcelo tuvo que dejar el programa porque se quedó sin voz-. Y a Mirtha la quiso llevar a juicio, pero terminó haciendo las paces. Se dijo de todo con Flor de la Ve, con Nazarena Vélez y hace poco con Andrea del Boca. Es como Rambo, en la jungla, esperando ver quién se le cruza por delante. Y tiene duelos de los más bizarros, como cuando se peleó con Vicky Xipolitakis porque una comisión que no le pagó cuando potenció su fama en el Bailando. A todas ellas les dedicó su conocido "Se cuelgan de mis tetas". Y a varias más les espetó otros dichos inolvidables: "comen mortadela y eructan caviar"; "me hago una hamburguesa de tanta grasa que chorrean"; "son un helado de pollo, no existen"; "¡el resto es casting!"; "¡se calla el decorado!". Es el juego que más le gusta y al que mejor juega. Como ella misma lo explica, "me divierte el esgrima verbal".
Uno de los últimos y más insólitos episodios que tiene que ver con la vida de Moria fue el famoso robo de una joya en Paraguay. En julio de 2012, Moria fue a un evento de promoción en Asunción, y justo antes de subir al avión que la traería de regreso a Buenos Aires fue detenida por la policía, acusada de haberse llevado un collar de zafiros valuado en 80 mil dólares. Al día de hoy todavía no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó ni dónde quedó el bendito collarcito, pero Moria tardó unos cinco años en librarse del entramado judicial en el que se vio envuelta. La imagen de la diva, esposada, fue impactante. Pasó la noche en un penal, al que regresó tiempo después para fotografiarse con sus amigas convictas. Toda la situación se resolvió al estilo Moria. Netflixla eligió para promocionar el lanzamiento de una temporada de Orange is the new black, la famosa serie estadounidense que cuenta la historia de unas mujeres reclusas. Por algo es La One.
Moria Casan, La One
Moria Casan, La One