El pasado miércoles 16 de septiembre, Elsa Serrano falleció a los 73 años como consecuencia de un incendio que se produjo en su departamento ubicado en el barrio de Retiro. La noticia conmovió a toda la sociedad y hubo homenajes tanto de figuras del espectáculo -Mirtha Legrand fue una de ellas- como de destacados modistas.
Sus hijas, Roxana, Soledad y Belén también decidieron despedir a su madre y escribieron, a pedido de Gente, una conmovedora carta en la que destacan sus virtudes profesionales y su amor de madre.
Reproducimos a continuación la carta completa:
“En una película de Disney el protagonista, al morir su mujer, abre el álbum de fotos y recuerdos que ella amaba y tras un par de páginas se encuentra con el álbum vacío.
Sentimos que, a pesar de nuestra tristeza infinita, el álbum de mamá está lleno, rebalsa. Al abrirlo descubrís que las cosas se caen, porque ya no encontró dónde seguir pegándolas.
Sí, seguía teniendo mil proyectos, porque no concebía la vida sin ellos, como su libro y su muestra en un museo, de lo que tendremos que encargarnos nosotras.
No le quedó nada importante por hacer: se casó dos veces, nos tuvo a nosotras, vio nacer a todos sus nietos… Construyó un imperio a puro esfuerzo, a puro mérito, hasta llegar a la cima.
Conoció el mundo entero, y a todo el mundo.
Cuando quebró y perdió su Maison en el 2001, nunca miró para atrás. No se lamentó ni bajó los brazos. Nosotras llorábamos, queríamos “rescatar cosas” y ella nos decía: “No se preocupen mis amores, no pasa nada”. No estaba atada a las cosas materiales, porque tenía la ferviente convicción de que siempre podía volver a empezar. Como persona derecha y honesta que era, entregó las llaves y ese mismo día compró dos caballetes, un tablón y armó su atelier en casa. Renació como el Ave Fénix.
Mamá era un camión con acoplado de tan sólo un metro sesenta. Era fuerte, determinada, sabía lo que quería. Era alegre, transparente, no conocía el doble sentido ni el mal. Una mujer que nunca guardó rencor y siempre supo poner la otra mejilla. Era una mujer simple, sin vueltas.
"Su partida es lo más triste que nos pasó en la vida, un dolor infinito que no se puede describir".
En estos días, las palabras que más escuchamos para describirla fueron “generosa”, “trabajadora incansable”, “acogedora”. Así era mamá. Lo que más le gustaba en la vida y la hacía más feliz era juntar a su familia y amigos alrededor de su mesa. Por eso siempre abrió su corazón y su casa, aunque a nosotras a veces nos diera celos. Era súper independiente. Vivía sola por elección, pero estaba rodeada de amor. Incluso en esta cuarentena irradiaba felicidad y optimismo. Estaba híper comunicada y pendiente de cómo estábamos todos sus seres queridos.
Nosotras a veces le decíamos en chiste que creía que todo el mundo la conocía y que no era así. Y ahora, después de recibir tanto pero tanto afecto y homenajes desde Uruguay, Paraguay y hasta de su querida Italia, nos damos cuenta de lo increíblemente querida que era. No se creía mil… sino que ¡¡¡ERA MIL!!!
Su partida es lo más triste que nos pasó en la vida, un dolor infinito que no se puede describir. Pero se fue como vivió: a lo grande, como era ella, ruidosa, protagonista. Y deja una huella enorme, tan enorme que el vacío es inmenso e insoportable.
Nos deja su ejemplo, su legado de persona de bien. Y lo más importante: nos dejó a nosotras tres muy unidas, con el corazón lleno de amor.
Te amamos, mamá. La vida va a ser muy difícil sin vos en este mundo. Serás omnipresente.
Y lo que sos para nosotras, lo seguirás siendo.
El hilo no está cortado.
Roxi, Sole y Beli”.