Desde sus comienzos hace varios años atrás, los realitys de cocina fueron bien aceptados por el público de todas las edades. Pero no solo el formato fue aclamado por los espectadores, sino que también gran parte de los jurados, como es el caso de Germán Martitegui.
El chef estuvo presente en las primeras ediciones de MasterChef, y con el paso de las temporadas logró coronarse como el villano dentro del equipo que brinda las devoluciones a cada participante. Hoy en día, el cocinero está presente en el ciclo integrado por famosos y no solo logró cautivar la atención de los concursantes en los platos, sino también fuera de ellos.
Sin embargo, recordando sus charlas y sus secretos, en una entrevista en el año 2016 con Deborah del Corral para el programa Fuego, Martitegui confesó uno de sus mayores trucos para poder mantener su exclusivo restaurant dentro de la lista de los mejores sitios para comer en el mundo: Visitar en la madrugada, por sus propios medios, el Mercado Central.
“Después de muchos años de no venir, descubrí esta cosa de venir todos los días” comenzó explicando el chef, quien se acercaba a elegir personalmente los ingredientes y los productos para su local gastronómico.
No obstante, Germán también confesó que sus allegados quedaron incrédulos ante esta nueva costumbre: “Nadie lo puede creer que me levanto a las 4:30 de la mañana, me vengo hasta acá y lo paso bomba”.
"Nadie lo puede creer que me levanto a las 4:30 de la mañana, me vengo hasta el Mercado Central y lo paso bomba"
Además, el actual jurado de MasterChef Celebrity también aclaró que su visita al centro comercializador no era como en otros años, cuando aún no era conocido en la televisión: “Igual esta segunda temporada del Mercado Central es post MasterChef, o sea que ahora dentro del Mercado me saludan y me dicen ‘ei, sácate una foto conmigo’. Antes nadie me daba bola, igual ya estoy acostumbrado. La gente te tira mucha buena onda”.
Pero charlando sobre su rol dentro del reality, el chef admitió que intepretaba un papel de villano pero confesó que estaba en su escencia y no era impuesto. Aunque, claro, justificó su accionar: “Es que los clientes son así, en el restaurant te están buscando todo el tiempo en qué te equivocaste o qué hiciste mal. Si querés que alguien aprenda cocinar le tenés que decir las cosas”.
