El mundo se detuvo en ese instante de la calurosa tarde mexicana. Las miradas atónitas y una maniobra mágica que trascendió todos los tiempos. No existe un alma en el planeta que no haya disfrutado del “gol del siglo”, ese poema sobre el césped que pintó Diego Maradona.
Esas imágenes casi que se gastaron de tantas reproducciones, pero quedaron incrustadas en todas las retinas. Esa camiseta de El Diez se erigió prácticamente en una reliquia. ¿Quién no desea enmarcarla y colgarla en su living? Lo cierto es que alguien la tiene.
La casaca que utilizó el mejor futbolista de la historia durante el primer tiempo de ese cotejo con Inglaterra, está en manos de Claudia Villafañe. De hecho, durante varios años, Diego se la exigió hasta con acciones legales.
La incógnita se centra en el manto sagrado de la Selección del segundo tiempo. ¿Dónde está? ¿Quién la recibió? ¿Alguien la vendió? Esa camiseta dispone de un giro peculiar.
Cuando finalizó aquel match impresionante, cargado de emociones, Maradona intercambió su casaca con el inglés Steve Hodge, en lo que seguro se habrá arrepentido. Este británico la cuidó, la guardó, la adoró durante muchos años.
Al respecto, en una reciente nota con la BBC dijo: "La he tenido durante 34 años y nunca intenté venderla. ¡Tiene un valor sentimental increíble! Pero fue incómodo y desagradable, porque vi artículos en Internet que dicen que quiero uno o dos millones y eso es mentira. Encuentro eso irrespetuoso y totalmente incorrecto. Así que no, aclaró que no está a la venta".
Hogde miró esa prenda durante 16 años en su hogar, ubicado en Nottingham, nunca la lavó para conservarla en su estado más impoluto. Hasta que en 2002 decidió entregarla al museo de fútbol en Preston. Pero eso no fue todo, la indumentaria con la que Maradona le convirtió los dos goles a Inglaterra siguió viajando.
En 2010, ese museo se mudó a Manchester para armar una estructura más grandilocuente. La camiseta también se trasladó a esa ciudad y ahí está. Increíble, la capa de superhéroe de El Diez permanece en tierras inglesas, un guiño del destino maravilloso.
Cualquier mortal puede acercarse y divisarla y sentirla. Claro que para eso hay que viajar a Inglaterra, hacer la fila y pagar 11 libras para ingresar en el museo.
