El regreso a las clases presenciales tras un año de pandemia y de educación virtual, ocurrido este mes en todo el país, presenta una serie de desafíos: la resocialización de los alumnos al cabo de tanto tiempo encerrados, la adecuación de los contenidos o la adaptación a las "burbujas escolares" y a los protocolos anticoronavirus, y también la detección temprana de posibles casos de bullying. Cuanto antes se los identifique, más posibilidades habrá de frenarlos.
La tarea, de por sí difícil, involucra a todos los actores que participan de la actividad de la educación. Desde las autoridades a los alumnos, pasando, por supuesto, por los maestros, profesores y preceptores, y por los padres de todos los alumnos. Todos. Cualquiera puede advertir que se está gestando una situación de acoso, ponerla de manifiesto, hablarla y resolverla.
La detección temprana es un factor clave para un tratamiento también rápido y más efectivo de los casos. Lo que existen son una o más víctimas o uno o más agresores. A las primeras se las debe contener, escuchar, atender y cuidar. A los segundos hay que explicarles y enseñarles que lo que están haciendo está mal.
Las agresiones son físicas o verbales y refieren a exclusión social, acoso sexual, extorsión, robos, difamación y la creación de rumores.
Según Unicef, acoso escolar y bullying son sínonimos. Definen la conducta de persecución física y sicológica que realiza un estudiante contra otro de forma negativa, continua e intencionada, y el ciberbullying es una variante que se produce a través de internet, donde el acosador puede esconderse en el anonimato.
Las agresiones son físicas o verbales y refieren, en general, a exclusión social, acoso sexual, extorsión, robos, difamación y la creación de rumores. Pueden incluir manifestaciones xenófobas, racistas y discriminadoras en cuestiones como sexualidad o referir de manera despectiva a enfermedades.
Los padres de los alumnos deben estar preparados para recibir y procesar una noticia difícil como que su hijo es víctima de un acoso o el responsable de cometerlo, y actuar en consecuencia en cualquiera de los dos casos. En ambos con comprensión, afecto, firmeza y sin titubeos. Deben saber, antes que nada, que no es un trabajo sencillo y que no se logra de un día para el otro.
El primer paso es generar confianza en los chicos para que se animen a contar lo que les está pasando. Acompañarlos, rodearlos de afecto y potenciar sus cualidades.
Una vez cumplido, el camino estará allanado para salir adelante a partir de una base más sólida de la que existía.