La primera noticia, la del embarazo, es la más fuerte y la más impactante. Pero no la única. Después, a lo largo de los nueve meses de gestación, llegan otras. Que quizás sean más decorativas pero no por eso dejan de ser interesantes.
Si es nena o varón, cómo se va a llamar, dónde va a nacer, qué médico estará a cargo del parto, si el parto será natural o será necesaria una cesárea, qué regalitos recibió la criatura antes del alumbramiento, y desde hace un tiempo el “babyshower”, ese invento de la modernidad donde 10 o 15 personas se juntan para tomar mate, charlar de cosas menores y agrandar sus propias panzas morfando pastafrolas, medialunas, sanguchitos de miga y demás exquisiteces por el estilo. Violeta Urtizberea transita, precisamente, ese período donde suceden todas esas cosas que van alimentando y dándole color a la información de base, que está esperando su primer hijo con el músico Juan Ingaramo.
Ahora se supo, según las versiones que se filtraron desde el mismo seno familiar, que va a tener una nena y que el nombre que eligieron con el futuro papá es Lila. Mientras tanto, todo el cuerpo de la actriz (¿cayó mal su salida anticipada del elenco de la obra Terapia amorosa?) se va transformando. La panza crece, y con otras partes de su anatomía sucede lo mismo: en un evento reciente, después de fotografiarse con Julieta Nair Calvo, dijo: “No acredito mis pechugas”. Que crea, que ahí están, y sobre todo que las disfrute, que al fin y al cabo es lo único que cuenta.
Violeta Urtizberea con su pancita
Julieta Nair Calvo y Violeta Urtizberea