El camino de un hijo siempre es un signo de interrogación. Se podrá soñar con verlo alcanzar sus metas profesionales como adulto, intuir por sus habilidades en la niñez la actividad en la que eventualmente podría destacarse en un futuro, pero jamás hay certezas. El camino es largo y las decisiones individuales son soberanas. En tiempos pasados culturalmente la mirada era distinta. Casi siempre, por falta de oportunidades o directamente por imposición de los padres, los trabajos se heredaban generación tras generación. Al día de hoy, incluso existen desde escribanías hasta talleres mecánicos que fueron puestos en marcha por los abuelos de los actuales dueños.
Sin embargo, no siempre esta mecánica se repite. Hay casos donde se da también el famoso refrán de “en casa de herrero, cuchillo de palo”. Excepciones, salvedades a las generalidades que se dan y que desde luego también son válidas, producto de determinaciones de los más jóvenes a la hora de empezar a imaginar un horizonte de prosperidad mediante su propio sustento. Vamos a ser sinceros: Marley ha reconocido e incluso lo ha documentado con más de un “blooper” en vivo y en directo que él para el fútbol ha sido desde pequeño un jugador “muy limitado”.
Un maleta, como se dice en el barrio. Teniendo en cuenta esto , el formato tradicional de “postas” invitaría a imaginarlo a Mirko bien lejos de una pelota y más cerca de otros roles, fundamentalmente el que desarrolla su papá en la conducción televisiva. Pero da la impresión de que el pequeño ha empezado a demostrar que lo suyo podría exceder el simple hecho de tomar un micrófono y dirigirse al público. En tren de cumplir con sus compromisos laborales al frente de Por el mundo, el programa que encabeza por Telefe, Marley viajó a Europa, un continente que si bien conoce casi de memoria siempre lo tienta para recorrer sus lugares más representativos.
Precisamente, con la torre de Pisa de fondo, Mirko le dejó en claro a su padre que compartir la misma sangre no implica inexorablemente poseer las mismas aptitudes para todo. Para sorpresa de los presentes, el niño puso el balón debajo de su suela, lo “amasó” y se lo devolvió a su papá con una precisión llamativa. ¿Estaremos en presencia de un futuro crack? ¿Será que Mirko en un diamante en bruto en materia futbolística y está dando pequeñas señales prematuras de su talento desconocido? Por lo pronto, habrá que esperar el paso del tiempo, soberano en estas circunstancias, pues es el único que tiene la facultad de dar la última palabra. Lo concreto es que Mirko dejó perplejos a propios y extraños, desnudando su deseo de entretenerse con la “redonda” y abriéndole paso a un juego que evidentemente le gusta.
Por un momento tomó distancia del mundo de los medios, donde los privilegios abundan, y se dedicó a un ámbito más terrenal e integrador, como el deporte más popular de los argentinos. Papá Marley ya entendió el mensaje y comprendió que no está nada dicho: Mirko podrá ser conductor de televisión, chapista o vendedor de empanadas, pero no lo descarten como futbolista. Sencillamente porque eso nunca se sabe. El camino de un hijo, que quede claro, siempre constituye un signo de interrogación.