Prácticamente todos los acontecimientos que configuran el Wandagate lucen como escritos por un guionista de una telenovela intrincada, en la que se encadenan sucesos increíbles. Pero no. Todo este escándalo es producto de la realidad y de las decisiones de personas reales.
El público que consume este triángulo amoroso que componen Mauro Icardi, la China Suárez y Wanda Nara ya se enteró de lo más jugoso de la trama, lo más inverosímil, eso que se creía imposible: el encuentro carnal del delantero y la actriz en una fastuosa habitación de un hotel en París.
Hay tantos detalles que se supo quién reservó el dormitorio, cómo viajó la ex de Benjamín Vicuña de España a Francia, quién ofició de cómplice de Icardi, hasta que el marido de Zaira Nara durmió en el auto mientras se mataban a besos el futbolista y María Eugenia.
Todo, pero absolutamente todo. Aunque siempre quedan detalles por descubrir, como esa revelación tremenda que ofreció Paula Varela sobre la imposibilidad de concretar el amor por una dificultad física de Icardi. Ahora se sumán más capítulos a la historia.
Resulta que Yanina Latorre, la principal usina de información en este caso, se lanzó a describir el comportamiento de la China apenas culminó su rapto de placer con Icardi. La panelista de LAM narró que todo se extendió durante dos o tres horas y que luego Mauro se fue a su mansión con Jakob Von Plessen.
Pero lo más truculento llegó cuando Yanina exteriorizó: "El recital de Camilo fue posterior a esta noche. ¿Mirá qué zorra la China? Después de pasar tres horas con este (Icardi) en el cuarto, que le dio un beso, que no se lo dio, llamó a Ricky Sarkany en baby doll y le pidió que le pase con Wanda y Mauro. ¿Se puede ser tan zorra?".
Entonces, con la reconstrucción de los hechos se desprende que María Eugenia a los seis días de entrelazarse con Mauro en una cama tuvo la decisión de hablar en una videollamada con Wanda y en ropa interior sensual. No más preguntas señor juez.
