Alguna vez, Sebastián Ortega creyó que estaba formando un clan parecido al que sus padres, Palito y Evangelina Salazar, construyeron uno al lado del otro por más de 5 décadas. Estaba casado con Guillermina Valdés y la relación parecía no tener fisuras. Hasta que la grieta se llamó Marcelo Tinelli y aquel sueño de vivir arropado junto a su mujer hasta que fueran viejitos voló por los aires. De ese ideal quedó poco y nada. Pero de la relación les dejó recuerdos, vivencias y tres tesoros que cuidan como ninguna otra cosa: sus hijos.
Ortega, desde siempre disruptivo por sus pilchas, sus tatuajes cuando no muchos se animaban a hacérselos, sus formas de hablar y su desarrollo profesional (creativo, innovador, trangresor), y Valdés, primero modelo, luego empresaria y desde hace poco jurado de televisión, fueron padres por primera vez en un año clave para la Argentina: 2001, cuando nació Dante, su único varón. Es decir, el pibe tiene 20 años.
Luego llegarían las dos nenas. Paloma, que ya tiene 18 años, y Helena, que en 2022 va a cumplir 16. Hay que decir la verdad: ninguno de los tres es mediático ni gusta de la exposición, y somos los medios los que los acercamos al gran público y a la masividad. De hecho, más de una vez acompañaron a la mami cuando se sumó a La Academia de Showmatch, pero apenas Tinelli las nombraba y las cámaras se apuraban para enfocarlas ellas preferían esconderse, tapar su rostro o eludir las luces.
Esta semana, explotó la noticia de que Paloma está de novia con la hija de Lalo Mir. Ríos "de tinta" (tinta digital, pongamos) se han escrito ya acerca de esa relación que las dos familias celebraron como lo que es: una tierna y rozagante historia de amor. De buenas a primeras conocimos vida y obra de la muchacha. Gustos, preferencias, pensamientos, opiniones, pareceres, deseos, sensaciones y demás etcéteras.
Del que no se sabía casi nada era del mayor de los tres. De Dante. Hasta ahora, porque bastó que una parte del periodismo pusiera sus ojos sobre él para que empezaran a trascender y a conocerse algunos datos y algunas circunstancias. Según pudo saberse, el joven tiene alma aventurera y sobre todo quiere valerse por sí mismo. Es decir, sabe que puede contar con los viejos, pero no quiere ser un mantenido. Quiere laburar y ganarse pesito por pesito aquello que quiera comprarse, una idea que sus padres habrían avalado rotundamente.
Así las cosas, Dante buscó trabajo como cualquier hijo de vecino, sin recurrir a alguna ayuda que podrían darle sus padres. No quiso "acomodos", "cuñas" ni "palancas" y atiende un conocido reducto gastronómico en el Jardín Japonés, donde fue fotografiado por el sitio "chusmeteando". Sí, es mozo. Antes, había incursionado como modelo, y había sido parte del equipo de "coaches" del Cantando, ya que la música es una de sus más grandes pasiones. ¡Mozo, sirva otra copa!