Corría 1998 y Guillermina Valdés lo tenía todo para destacarse en las pasarelas de las grandes marcas internacionales: altura, estilo, belleza, actitud. Vivía en Nueva York, donde se preparaba para conquistar el mundo como modelo, como tantas otras chicas en los años noventa que soñaban con seguir los pasos de Valeria Mazza.
Sin embargo, cuando Guillermina estaba a punto de lanzarse, conoció a Sebastián Ortega y esa carrera que podría haber sido meteórica se detuvo. Al poco tiempo de empezar su relación quedó embarazada de su primer hijo y durante varios años, su vida siguió puertas adentro, lejos de los medios, más allá de su lugar de “esposa de”.
“Esa era yo, siendo lo que podía ser en ese momento. Creo que todos somos como espejo de las personas con las que estamos”, asumió Valdés, en una entrevista con Infobae en la que recordó sus “veintis” al lado del hijo de Palito Ortega, una época en la que más de una vez dijo haber sido “menos feliz” que ahora, pasados los 40.
Parada en otro lugar, hoy la empresaria entiende que lo que vivió en esa época para ella era la plenitud y que fueron los años los que le permitieron ganar otra perspectiva, no sin antes atravesar una profunda crisis personal que la reubicó en su eje y que implicó, claro, separarse del productor.
"Es que en aquel entonces eso era felicidad para mí. Estaba medio apagadita. Bueno, ¡medio bastante! La verdad es que ahí estaba muy metidita para adentro. Se ve que necesitaba pasar por eso para ser quien soy”, aseguró.
La pareja de Marcelo Tinelli aclaró que fue suya la decisión de dedicarse a sus hijos full time y postergar su carrera. "Esa era yo siendo lo que podía ser en ese momento. Creo que todos somos un espejo de las personas con las que estamos. Y Sebas era, en ese entonces, quien yo elegía”, dijo.
Y explicó: “Él era eso y yo, lo que era. Y estábamos muy bien, vinieron nuestros hijos y tuvimos una re linda relación". "Sí, elegí estar en un lugar en el que ´el otro hiciera´ mientras yo estaba con mis pollitos", reconoció Guille, que mientras Dante, Paloma y Helena crecían, también lo hacía Ortega como productor.
"Fue mi opción. No está bueno decir ´no podía´, o ´no me dejaba´. Claro que tampoco me empujaban diciendo: ´Dale, flaca, hacé que está buenísimo´. No. Quizás no era un formato que él tenía para conmigo. Pero todo fue mi tránsito elegido. A ver, tengo demasiada personalidad para que me digan lo que debo hacer", señaló.
Pero todo empezó a cambiar cuando, después de ser mamá de Paloma, arrancó a estudiar Psicología. Tras completar el segundo año de la carrera, luego llegó Helena y con ella, las ganas de empezar clases de teatro con Julio Chávez, que fueron clave para su despertar.
“Cada lunes manejaba 50 kilómetros de regreso a casa llena de procesos, de interrogantes y de ideas. De a poco, la Psicología y el teatro me ayudaron a recuperar un espacio que era muy propio”, recordó Valdés, que dijo que se encontraba en todas las escenas de los textos que le tocaba analizar.
Así fue como, después de varias “cosas que hacen ruido, crisis, revisiones, vueltas e intentos”, la ex modelo decidió ponerle punto final a su matrimonio. “Fui por acá, fui por allá... Y llegó un momento en que el dije: `Ay, qué lastima... Pero no´”, rememoró.
“Yo me separé muy tranquila de haber hecho todo, de haber apostado. No se pudo. Nos divorciamos. Cada uno hizo su vida y para mí estuvo muy bien. Yo estoy muy contenta de cómo viví mis separaciones, mis inicios, mis miedos, mis decisiones”, cerró Valdés, consciente del revuelo que significó el ponerse en pareja con Tinelli, quien para muchos era amigo de su ex.