Manuela Viale sorprendió al mundo con una serie de fotos muy singulares en la Patagonia, a donde viajó con amigas para experimentar su despedida de soltera. El casamiento se aproxima y el corazón de la actriz ya palpita a máxima velocidad por dar ese paso con Federico Freire.
La media hermana de Juana y Nacho Viale, que nació del segundo matrimonio del padre de los famosos, encontró el amor en este joven de 26 años, pero de una manera muy especial, casi como si la hubiese escrito un guionista de Hollywood de esas películas románticas maravillosas.
Resulta que Manu y Federico son amigos de toda la vida, de la adolescencia misma, cuando transitaron por cientos de experiencias juntos, se confesaron pensamientos, se divirtieron y conformaron una relación granítica, de esas que no abundan.
Nunca se vieron con otra mirada, siempre latió entre ellos la convicción de que la amistad era el lazo perfecto. Hasta que en un momento surgió el chispazo, ambos sintieron que las vibraciones se transmutaron y que estaban predestinados a armar una historia de amor puro.
Ante la inminente boda, los focos se posicionaron en Federico, porque el público desea conocer más detalles de su vida. De esta manera, se destaca que el novio de Viale se dedica al sueño de una inmensa mayoría de los hombres: el fútbol profesional.
El joven se ha formado en Argentina, donde recorrió diferentes clubes en categorías de ascenso, incluso logró saltar a Europa para probar suerte en divisiones menores de Italia, hasta que en el último tiempo se instaló en Perú. En la tierra incaica se desempeña en el Santos Fútbol Club, de la segunda categoría.
Manu ha analizado todo el recorrido de esta pareja y describió ese punto cero singular: "Durante mucho tiempo negamos el amor entre nosotros. Yo siempre dije que quería un hombre con su personalidad: bueno, compañero, familiero, pero nunca lo había visto con esos ojos”.
Hasta que le puso palabras al preciso instante en que explotó el corazón y se lanzó a la aventura de configurar una pareja con Federico: “Nos daba miedo perder una relación de amistad que siempre valoramos mucho. Y cuando nos sinceramos con lo que sentíamos no hubo matices, fue de un extremo al otro: de ser mejores amigos pasamos a ser novios y a convivir”.
