Indescriptible. Único. Histórico. Domingo 18 de diciembre de 2022 será para siempre la fecha más trascendente de la Selección Argentina, porque explotó el alarido contenido, ese que se atragantaba por treinta y seis años y porque él consiguió levantar la Copa del Mundo: Lionel Messi.
Ni el guionista más ingenioso, o malévolo, pudo haber escrito semejante final. Dramatismo en estado puro, una prolongación interminable de la definición. Sufrir, sufrir y sufrir. El equipo de Lionel Messi realizó todo, y más, para ganar el partido antes.
Claro que la prepotencia, y la suerte, de Mbappé dilató la resolución y generó miles de infartos. Pero igual, Messi se las ingenió, junto a ese grupo de titanes, para sobreponerse a la angustia y obtuvo el premio más maravilloso, más soñado y anhelado del planeta.
Un país que se detuvo literalmente, que frenó todas las actividades durante el mediodía y que padeció tres horas. Una agonía en un punto, pero una fiesta por otro lado, porque Messi y compañía realizaron un rendimiento fabuloso, que mereció el triunfo en el tiempo regular.
Luego de la ejecución sólida, y con olor a revancha, de Gonzalo Montiel todas las camisetas albiceleste activaron una corrida memorable, una marea de abrazos, de saltos, de emoción, de lágrimas y muchas sonrisas. Una celebración alocada y con una enorme cuota de deshago, sobre todo para Lionel.
El capitán no se olvidó de los suyos, porque después de matarse de abrazos con sus compañeros, staff de trabajo y cuanta alma caminara por el césped, solicitó que sus tres hijos bajaran al campo de juego. Y la organización se encargó para que Lionel recibiera a Thiago, Mateo y Ciro para celebrar como nunca antes. El momento emotivo por excelencia para el hombre que más se lo merecía en toda la faz de la Tierra.