En la prehistoria de todas sus aventuras románticas, de esas vaivenes que experimentó con Fabián Cubero o el amor que la movilizó a planificar su tercera boda con Manu Urcera, Nicole Neumann vivió una relación muy exprés con Nacho Herrero, que llegó incluso al casamiento.
La blonda se destacaba en el mundo de la moda, era furor en esos primeros años de la década del 2000, al igual que el morocho, que brillaba en ese universo de las pasarelas. Ese hilo en común los estimuló a darle rienda suelta a una conexión y se abalanzaron en un vínculo sentimental.
De esa pasión que brotó en 2004, en un verano de glamour en Punta del Este, Nikita y Nacho aceleraron a fondo y en 2005 se organizaron una velada de ensueño para unirse en el santo matrimonio, en un evento que se desarrolló en una estancia en Lobos.
Lo cierto es que al poquito tiempo se rompió todo y se divorciaron. En esa época tumultuosa, de avidez de los medios por averiguar los motivos de Neumann, Nacho solo explicó: “Ella necesitaba una persona que la pudiera bancar. Por ahí, al no haber tenido una imagen paterna en su infancia. Y yo siempre le dije que eso no se lo iba a poder dar”.
Desde ese punto, Herrero ejecutó una metamorfosis, se alejó de las primeras planas y se sumergió en la espiritualidad. Un camino al que aterrizó de la mano de una ex Gran Hermano Vanina Gramuglia. Esa relación lo estimuló a instalarse en las sierras cordobesas.
El ex modelo y la ex Gran Hermano se convirtieron en padres de Guadalupe y desde la naturaleza cordobesa dedican sus energías a brindar talleres de meditación, así como cantos de mantras y ese tipo de prácticas espirituales.