Una de las reglas básicas, y con poco sustento de la lógica, de Gran Hermano se centra en la imposibilidad de los participantes de modificar su aspecto, su look, su imagen. Por eso, a lo largo de todos estos meses, los concursantes apenas retocaron sus cabelleras.
No obstante, la producción habilitó una maniobra nueva, que se entrelaza con esa jugada peculiar de sumergir en la dinámica de la casa de seis familiares de los sobrevivientes. De esa forma, los directivos del reality habilitaron al padre de Nacho como coiffeur.
Resulta que Rodolfo se dedica a ese menester, a raíz de varios años de práctica profesional como estilista. De esa manera, el progenitor del blondo, que vivió más de tres décadas en España, agarró los implementos, las tijeras, la máquina de cortar el pelo y se puso manos a la obra.
Con ese don, Nacho se sentó rápidamente en el sillón para entregarle su cabellera a su padre, ante lo cual le advirtió su deseo para este retoque, delante de los espejos de los baños, y le exteriorizó: "Yo voy a cortarme los costados y atrás nomás".
Tras el éxito rotundo del resultado de Castañares, Marcos se animó a probar y se predispuso a la magia de Rodolfo, pero antes le avisó que deseaba mantener su mechón característico, aunque sí le posibilitó rebajar sustancialmente en los costados y en el largo de la nuca.
Por esa peluquería abierta en el interior de la casa más famosa de la televisión también pasó Camila. La blonda disfrutó del talento de Rodolfo, quien se diferenció de una enorme gama de estilistas al respetar a rajatabla la indicación de un simple emparejamiento, lo que le provocó una gigantesca satisfacción a la rubia.