Siga el baile, siga el baile... ¿Quién no movió las caderas, al fin de cuentas, escuchando la "Cachaca" de Marixa Balli en algún cumpleaños, en algún casorio, en algún 15 o en alguna fiesta random donde se armó la conga sin otro motivo que pasar un momento divertido? Millones responderán que sí. Muchísisisisisimos menos podrán decir que menearon, y disfrutaron y gozaron junto a ella en una intimidad que siempre se sospechó intensa, agitada y explosiva. Fueron verdaderos privilegiados.
La morocha fue, desde siempre, dueña de una sensualidad única. Ese halo de misterio que la envolvió desde su mismísima aparición pública, hace ya unos cuantos años, la volvió una mujer intrigante y atractiva prácticamente al mismo tiempo. Y ella, libre desprejuiciada, audaz, abrió la tranquera y dejó que sus sentimientos fluyeran protagonizando romances de muy alto voltaje y de contenido siempre interesante para la atención mediática. Todo lo que tocó lo convirtió en oro (en polvo, je)... y en noticia de alto impacto.
El Potro Rodrigo fue uno de sus más grandes amores, que duda cabe. Y el hombre que ayudó a llevarla a los primeros planos periodísticos. Nada fue lo mismo -para ninguno de los dos- después de ese romance. Quedaron marcados a fuego por esa historia incandescente, visceral, salvaje. Guarda: el cordobés no fue el único que cabalgó por esas geografías indomables. Han pasado otros jinetes por esa monta, acaso más famosos que él todavía.
Marcelo Tinelli es la prueba real y concreta. Protagonizaron un vínculo clandestino -algunas teorías los señalan como los que se viven con mayor pasión- hasta que los dos terminaron aceptando sus encuentros entre sábanas incendiadas por sus cuerpos entrelazados. El estaba casado y ella... ella siempre se permitió vivir así, dándose todos los gustos.
Dos nombres absolutamente sorpresivos completan el póker de famosos que le jugaron la carta del amor, la sedujeron y se volvieron portentosos ases de bastos, incandescentes sietes bravos o tristes cuatros de copas, vaya uno a saber.
Beto Casella y Martín Bossi conocieron de cerca sus mayores virtudes íntimas y amatorias. Después, cada uno hizo lo suyo y extendió esa semillita del placer por toda el campo de la farándula germinando un árbol geneológico de relaciones que inclusó cruzó la barrera de lo artístico y se entrelazó con muchos otros ambientes. Marixa Balli, una mujer de hierro, una heroína sin capa. Sí, sí, sí, sí, claro, claro...
