No es, precisamente, uno de los periodistas que por respeto al ADN de su carrera abren las puertas de su casa y cuentan sin problemas los detalles de su vida privada. Adrián Pallares, al igual que otros tantos comunicadores, prefiere ser moderado a la hora de hablar de sus días puertas para adentro de su hogar. El panelista de Intrusos, según confiesa y de acuerdo con las palabras de los que lo conocen, es muy “familiero”, y justamente por allí pasa el motivo por el cual no suele hablar demasiado de sus cosas.
Su objetivo no es otro que proteger su intimidad, que no sólo lo incluye a él sino que además contempla a sus tres hijas, Mía, Sol y Ema, y a su esposa, Cecilia. Por ende, Pallares busca, aparte de aclarar desde un comienzo cuál es su postura con respecto a las notas que tengan como finalidad saber más sobre su lado menos conocido, ser coherente también con su proceder. Es decir arbitrar los medios para que pocos fotógrafos puedan sorprenderlos en salidas familiares y evitar, en la medida de lo posible, la exposición pública en eventos de concurrencia masiva.
Claro que Pallares no siempre consigue concretar su propósito, pues entiende que tampoco puede cercenar a sus hijas la posibilidad de disfrutar de espectáculos o shows que les interesan presenciar por el hecho de no querer aparecer en las revistas al otro día. Entonces, Adrián cede… Y acepta concurrir, los cinco, a lugares donde sabe que finalmente su coartada perderá fuerza y no le quedará otra que aceptar las reglas del juego.
“Hablar de mi familia no es lo que más me divierte, pero al tratarse de fotos tomadas en salidas públicas… uno tampoco puede oponerse a todo. Es muy difícil que yo exponga a mi familia y no comparto cuando son imágenes robadas de momentos que compartimos con mi mujer y mis hijas, en privado”, reconoce Pallares, quien tampoco acostumbra a mostrarse seguido en la noche porteña ni en los restaurantes más visitados por la farándula o por famosos pertenecientes a otros ámbitos.
Luego de su viaje a Disney en ocasión del cumpleaños número 15 de Mía, oportunidad en que compartió las imágenes de la experiencia en tierras estadounidenses a través de las redes sociales, Adrián retomó su política de esquivar paseos con su familia que más pudieran llegar a ser mediatizados posteriormente, pero hace unos días, consciente de que ya no todo esfuerzo por hacerles “ole” a los flashes sería en vano, fue a ver una de las funciones del Cirque du Soleil.
Rendido y maniatado, sin margen de maniobra para salirse con la suya, el periodista le puso buena onda y sonrió para la prensa gráfica, que, sedienta de tenerlo así, “entregado”, le sacó múltiples fotos con todo su clan. Para los habitués fue extraño verlo por allí, en medio de tanta gente y con los periodistas buscando llevarse la primicia o la imagen de la noche. Fue, para decirlo en pocas palabras, una especie de “intruso” en el espectáculo.