Lionel Messi puede fallar. Puede mandar un tiro libre a la tribuna o tirar un penal a las manos del arquero. Pampita y Nicole Neumann pueden fallar. Pueden pifiarle a una prenda, combinar mal un par de colores o trastabillar en una pasarela. Abel Pintos puede fallar. Puede olvidarse una letra o errarle al comienzo de una canción. Hasta los jueces de la Corte Suprema pueden fallar. De hecho, muchas de sus sentencias son severamente cuestionadas. La que no falla nunca es la Maldición de los campeones del Bailando.
Descubierta en mayo de 2016 por una investigación de Paparazzi, sigue invicta y haciendo estragos entre aquellos que levantaron el trofeo en la pista de Showmatch. Al poco tiempo de consagrarse, todos se ven afectados. Antes fueron Carmen Barbieri, Flor de la Ve, La Mole Moli, Hernán Piquín, Flor Vigna… la lista es inmensa. Y ahora es el turno del último rey del baile, Julián Serrano, que después de un 2018 glorioso transita una temporada plagada de obstáculos, rumores y crisis personales y profesionales que, de momento, lo tienen alejado hasta de la tele y navegando oleaje embravecido en su noviazgo con Malena Narvay.
Las desventuras 2019 del entrerriano empezaron mucho antes de que Angel de Brito contara, en su rol de jurado del Bailando, de las versiones de una noche romántica junto a Sofía Morandi, su compañera en el certamen, a espaldas de su chica. Arrancaron, precisamente, con el inicio de la competencia. La pareja sorteó un par de ritmos pero nunca logró la conexión que tuvo el año pasado, esa química que la llevó hasta las instancias finales de la competencia y que le permitió granjearse el cariño del público.
Los mismos jurados señalaban que las “previas” se habían vuelto aburridas y los propios protagonistas admitieron que “tenían que volver a meterse”. Nunca lo lograron. El debut como conductores de televisión abierta tampoco fue lo que esperaban. El súper promocionado S.T.O. ni siquiera llegó a promediar un punto de rating en los mediodías domingueros de América.
“No importa tanto ese número bajito. Es sembrar ahora para cosechar más adelante a las nuevas audiencias”, analizaron algunos entendidos. El programa fue movido al marginal horario de los sábados a la noche profunda –con el nuevo nombre de S.T.O. La previa– pero la modificación no movió el avispero.
Después llegó la revelación de De Brito y se pudrió todo. En pocas horas, Julián pasó a tener en duda su historia de amor con Malena Narvay, y fue entonces que decidió tomar dos decisiones tajantes: renunció primero al Bailando y después a S.T.O., por lo que quedó ciento por ciento afuera de la tele.
Tras negar un millón de veces haber engañado a su novia (aceptó que con Sofi Morandi fueron a un boliche y bailaron toda la noche, pero negó los besos) se refugió en las redes sociales, donde tuvo más de un entrevero con algunos seguidores que le recriminaron actitudes que consideraron altaneras, y aunque se habla de que atraviesa un período de depresión, un posteo dedicado a Malena lo devolvió a los primeros planos. Mejor hablar y desahogarse ahí antes que tomar antidepresivos, antibióticos o jarabes. No hay remedios ni antídotos, por ahora, que puedan con la demoledora maldición de los campeones del Bailando.