La angustia, ese dolor con el que convivió durante los últimos años, recorre su cuerpo a través de sus venas y la estremece. Julieta Prandi (38) fue contando a su manera, como podía, el paso a paso de la separación de Claudio Contardi en febrero de este año. Sin embargo, el hecho no quedó atrás el día que decidió irse de su casa, con una mano atrás y otra adelante, con sus hijos, Mateo (8) y Rocco (4) porque él no quiso dejar la casa, más allá de que ya estaban separados.
El 9 de octubre denunció a su ex pareja por violencia familiar. Luego de ese paso, la Justicia determinó que ninguno de los dos se podía acercar al otro a menos de 100 metros. En la misma medida, incluso, se determinó que los chicos no se podían quedar a dormir en la casa de Contardi. Hasta allí, Julieta sólo se mostró abierta a contar lo justo y necesario. Habló con los medios, pero intentando resguardar su integridad y la de sus pequeños. La vergüenza, tal vez, el miedo paralizante, la mantuvieron cautiva.
El 17 de octubre, como una leona defendiendo a sus cachorros, la modelo abrió una puerta que quería mantener cerrada. Ese día tenía audiencia con su ex y se terminaba la medida judicial. Ni el empresario ni sus abogados se presentaron y su temor pasó por la posibilidad de que Contardi, con las medidas judiciales caídas por vencimiento, no le devolviera a sus hijos. “Tengo audiencia a fin de mes, mientras tanto sigue la restricción perimetral y los chicos no se pueden quedar a pernoctar”, contó preocupada y haciendo énfasis en que no quería que sus nenes se quedaran de noche en lo del padre.
“Hace más o menos una semana mi hijo Mateo me contó que hay una mujer viviendo en la casa, que es mía y de mi ex, nuestra. El se quedó en esa casa cuando me fui, en febrero, y resulta que esta mujer –Cynthia– vive ahí desde el mes de marzo. Es su pareja, pero a Mateo le hacían decirme que era la niñera. Además, ella tiene una hija de 12 años que comparte habitación con Mateo. En la casa hay cuatro habitaciones, pero los hacen dormir juntos”, contó angustiada.
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Intentando buscar explicaciones, brindó más frases contundentes. “No sé por qué los hacen dormir juntos. Les juntan las camas. Mateo tiene 8 y la nena 12 años. A mí me preocupa. No sé por qué les juntan las camas y por qué tendrían que dormir en la misma habitación. Mateo se deshace en elogios para el padre porque le tiene miedo. Tiene terror a la respuesta del padre", dijo.
"No quería que le contara al juez, me decía: ‘Si vos le contás al juez, papá se va a enterar de que yo te conté’. Después, en otro juego macabro del padre, le está enseñando que si algún día le toca hablar ante el juez, él tenía que decir que yo le pego. Cuando yo me entero de todo esto hablo con el juez para suspender al menos que los chicos se queden a dormir en lo de su papá hasta que se aclare el tema”, cerró.