Pasaron seis años juntos, dos de ellos a plena exposición. Gladys Jiménez (54), cariñosamente conocida como la Bomba Tucumana, es una figura popular hace décadas. Pero hasta el devenir de su participación en el Bailando por un sueño, su pareja, Sebastián Escacena, no era alguien conocido.
El paso de la cantante por el show de Marcelo Tinelli no sólo la volvió a poner en primera plana como consecuencia de los escándalos mediáticos que protagonizó, sino que también hizo que la gente se interesara en su vida. Y su relación con el morocho no pasó inadvertida, sobre todo porque él siempre la acompañaba al programa y compartía la estadía de la artista en Buenos Aires.
Pero con el correr de los meses, la relación se agrietó. Incluso, en más de una oportunidad, Gladys reconoció que con Sebas no tenían intimidad sexual aunque, por momentos, apostaban a una posibilidad de casamiento –propuesta que ella rechazó– y hasta a adoptar un hijo en común. Pero el vínculo se siguió desgastando hasta que, a mediados del año pasado, la cantante decidió ponerle punto final a la relación.
Incluso, en pantalla, le pidió que se fuera de la casa, que quería vivir sola, que lo quería… pero como a un hijo. “Quiero que mi novio tenga dignidad y se vaya. No estoy enamorada de él”, declaró categóricamente. Sin embargo, el morocho no enterró sus sentimientos y al día de hoy insiste en reconquistarla.
Incluso, después de varios meses, consiguió trabajo, para demostrarle a la rubia que quiere hacer “las cosas bien”, en base a los reclamos que le supo hacer Gladys acerca de su supuesto “poco cariño” al esfuerzo diario. Arrancó como chofer de la línea 11, en su Tucumán natal, en donde trabaja a diario.
“Estoy feliz de tener trabajo y hacer todo para recuperar a la mujer que amo y amaré toda la vida. Sólo Dios sabe lo mucho que la amo y amaré siempre. No queda otra que sacar fuerza de donde sea”, dijo Sebastián. ¿Tendrá una nueva oportunidad con la Bomba?
