Con una reciente maternidad, Agustina Cherri (36) graba mientras está presente en la vida de su tercera hija. Integrante de Separadas, la ficción de la segunda noche de El Trece, cuenta cómo adaptó su vida al regreso al trabajo. En pareja con el músico Tomás Vera, y capitana de una familia ensamblada, la actriz, que fue creciendo con la profesión, se muestra directa en sus definiciones.
“Una de las razones, no te diría la principal pero le pega en el palo, por las que dije que sí es porque está Marcela. Cuando recibí la propuesta estaba embarazadísima, y visualizar una tira con un bebé de un mes –porque cuando arrancamos a grabar eso tenía la nena– era fuerte. Pero sabiendo que estaba ella, sabía que iba a tener una contención si me agarraba angustia posparto, y que alguien me iba a abrazar real… Todavía no lloré, pero no quiere decir que no pueda suceder. La beba me resultó un diez, se porta re bien, es simple en las cosas cotidianas que un bebé puede generar en sus primeros meses de vida. Vamos increíbles y estoy súper contenta”, confió, la mujer policía de la historia.
–Graban desde noviembre, ¿qué cosas sucedieron dentro del set con una bebé?
–Me quedé sin pañales y fui a robarle al camarín de Marcela, y fue un placer. ¡Fue un saqueo! Fue muy gracioso porque a Alba le quedaba un poco grande el de Otto, que ya tiene ocho meses y su talle es gigantón. No sabés lo que era mi hija de dos meses con el pañal de Otto… Pasan esas cosas de complicidad y de confianza de decir: abro el camarín y no le tengo que pedir permiso a nadie. Hice un saqueo de camarín, de óleo calcáreo y me fui. Iba a ser un horror decirle a alguien de producción: andá a comprarme pañales.
–¿Cómo te organizás en el día a día del trabajo?
–Tanto Marcela como yo tenemos horarios pactados previo a empezar las grabaciones, un poco más limitados, por contrato y por imposibilidad lógica. Como mi nena es muy chiquita y toma sólo teta, viene conmigo a donde esté. Tengo a Mili, que es mi salvación, una niñera que me ayuda y que me la sostiene mientras grabo la escena. Pero como la nena está conmigo, la realidad es que la tengo mucho tiempo en el camarín, en el momento que hacemos exteriores hay un motorhome para bebés. Está todo preparado para que se pueda trabajar, no es una locura.
–Claro, porque hay varias que son mamás recientes…
–En el elenco sabían que iba a haber dos más. La última reunión en la que participé fue un día que tenía fecha de parto. Como no nació, me vine de mi casa con una panzota enorme. Y con la nena de siete días en brazos hice la lectura del primer libro por Skype. Todos los compañeros vivieron el proceso desde el inicio. Entonces ahora si Alba llora porque me tengo que ir a dar la teta, me dicen que vaya sin problemas.
–¿Cómo es ser madre por tercera vez?
–Fue un volver a empezar. Lo que pasa es que mi hija más grande va a cumplir once y el varón ya cumplió ocho, es un montón de tiempo hasta que llegó el tercero. Y es increíble. Pensá que a mi primera hija la tuve cuando tenía veinticinco, y ahora, a los treinta y seis, es otra cosa completamente distinta. De hecho, me arriesgué a aceptar esta ficción, cuando con Muna no lo hubiese podido hacer nunca porque la cabeza no me daba para pensar en otra cosa. Pero a la vez estoy más tiempo con Alba que lo que estuve con Muna, en términos de calidad de tiempo. Uno aprende cómo ser mamá, en dónde tiene que ser fuerte y en dónde no. Y que mi bienestar va a impactar, inmediatamente, en el de la beba.
–¿Notás muchas diferencias entre la tele –que sigue teniendo su peso e importancia– de cuando eras chica y arrancabas a la de ahora?
–¡Es otro mundo! Treinta años atrás, cuando arranqué, había cuatro canales, no existían las redes sociales. De hecho, mi hija más grande, que ahora quiere ser cantante y está con el tema redes, hace tres semanas arrancó con su cuenta y no comprende algunas cosas a las que les pongo freno. Claro, cuando yo arranqué no había esta exposición tan grande, es mucha la información que ahora tienen los niños.
–¿Cómo se generó la amistad con Kloosterboer, que lleva tantos años?
–A los doce años coincidíamos en los estudios de Sonotex, yo grababa Chiquititas, y Marcela, Dibu. Yo era la más grande de mi elenco, y quizás un poquito agrandada. Por eso, como ella tenía mi edad empezamos a hablar en los pasillos y a coincidir en el bar. Al tiempo, ya estábamos haciendo planes de hijos. Compartíamos el trabajo y la vida fuera de este mundo, que a veces te puede llegar a confundir. Hasta el día de hoy puedo decir que la Negra (así la llama cariñosamente) es mi única amiga del ambiente. Desde muy chica me ayudó a valorarme, a hacerme pensar qué quería, a que reflexionara. Siempre se ocupó de acomodarme en mi lugar, porque ella es de tener siempre muy en claro lo que quiere y lo que siente, y tomar decisiones a partir de eso.
–Se habla mucho del modelo de belleza hegemónica que impondrían las siete protagonistas de la ficción…
–Hay un montón de falencias que tenemos y que no necesariamente son físicas. Nosotras, Marcela y yo, estamos viviendo un proceso que te hace pensar en la malla, la teta, la leche, la celulitis, el cuerpo después del parto. Tengo un montón de cosas que me dan inseguridad, como todo el mundo. Entonces, ¿qué es hegemónico? Yo pasé por un montón de etapas: he estado más gorda, más flaca, más alta, más petisa…
–¿Cómo ves el cambio de la mujer protagonista de ficciones?
–Sigue costando ver a las mujeres ocupando otros roles. Todavía tenemos que dar explicaciones de por qué una, como mujer, es protagonista. Cuando eran los tres Valientes o Los Marquesi (protagonizado por Nico Cabré y Mariano Martínez) nadie cuestionaba que ocupaban ese lugar por ser musculosos y bellos.