En septiembre se hicieron una escapada a México y quedaron fascinados. Por entonces, Alejandro Fantino (48) aprovechó un corte laboral para alejarse de “la locura” de la city porteña y de la rigurosidad en horarios y el ir y venir que impone su agenda.
Junto a su pareja, la modelo Coni Mosqueira (26) –con quien está en pareja hace dos años y medio–, se refugiaron en la tierra amante del tequila. Y la experiencia fue tan grata, no sólo por los lugares que visitaron sino por la calidez con la que se sintieron tratados, que ahora, ya en plan concreto de vacaciones, decidieron apostar por el mismo destino.
Eso sí, esta vez lo hicieron por más tiempo, tres semanas, lo que les dio la posibilidad al conductor de tevé y de radio y a la modelo de visitar distintos lugares y planear a lo grande. Con ansias de desconectarse por completo de todo, a pura malla, ojotas y remeras, primero hicieron una escala en Cancún donde se instalaron en el exclusivo Le Blanc Spa Resort de un amigo del periodista. Pero eso no fue todo para la pareja que aprovechó hasta el último minuto de su estadía en suelo azteca.
Picadito. Para seguir camino, hicieron base en Tulum durante tres noches, y luego los enamorados apostaron a un modus operandi que no habían implementado en ningún viaje anterior: alquilar un jeep para recorrer distintas playas.
¿El objetivo? Conocer distintos lugares, sin destino fijo. En el lugar que les gustaba se quedaban a dormir, elegían el hotel en el momento. Y en la seguidilla de esa travesía quedaron impactados con Bacalar, en el estado de Quintana Roo, un pueblo de pescadores –la pesca es una de las actividades que más apasiona a Ale–, y recrearon la vista con la estética del lugar.
El periodista se pudo dar el gustito de pescar sus propias piezas y despuntar el vicio. Y de a dos, la pareja, que está en uno de sus mejores momentos, recorrieron la laguna de agua dulce. Las aguas invitaban a la navegación por su tonalidad turquesa, en un barco que alquilaron especialmente para la ocasión y que les permitió contemplar los atardeceres a puro romanticismo. Ojo, ojito, ojazo, eso no fue lo único que los mantuvo en movimiento, más allá del trasladarse de un lugar al otro.
Fantino y Mosqueira también recorrieron la jungla de noche, en bicicleta, a puro ritmo cardíaco elevado por el miedo que les provocó la experiencia, más a él que a ella. Además, los paseos en kayak alimentaron las andadas acuáticas. Pasaron por Mahahual, Holbox –isla que se caracteriza por una luminosidad nocturna muy especial–, donde disfrutaron de una noche en la que no quisieron dormir.
Y antes de regresar a Cancún también visitaron Cozumel. Al fin, el objetivo estuvo cumplido: se alejaron de “la locura” local, lograron conectar entre sí y con la naturaleza.
Al regreso, al comunicador lo esperaban nuevos desafíos profesionales, lejos del periodismo político y muy cerca del deporte. Y a su hermosa pareja, más compromisos laborales . Lo más importante es que el viaje los unió en el amor y en las aventuras de a dos.