Aunque a simple vista no parecieran conservar hilos en común en lo relacionado netamente a lo artístico, está claro que “Gran Hermano” y “Bailando por un Sueño” están unidos por múltiples semejanzas: ambos espacios pertenecen a la familia de los realitys, basan sus contenidos en el espíritu de la competencia y otorgan jugosos premios a cada uno de sus ganadores. Pero hay más. Tanto el programa que supo desarrollarse dentro de la “casa” como el que conduce Marcelo Tinelli, abren permanentemente nuevas puertas laborales.
Independientemente del resultado que obtengan los participantes en los mencionados certamenes, el solo hecho de haber formado parte les garantiza un futuro con oportunidades altamente provechosas. Obviamente, sacarles el jugo o no dependerá de cada voluntad en particular, pero de antemano difícilmente alguno se atreva a despreciar los buenos pesitos que podría contemplar una mera presencia en un boliche, por citar el ejemplo más básico.
Después están los casos como el de Rodrigo Fernández Rumi, de vara más alta y objetivos preferentemente ambiciosos. El ex Gran Hermano versión 2012, con 27 años y nacido en Entre Ríos, encontró su punto máximo de esplendor artístico cuando decidió partir a Estados Unidos, con la finalidad de perfeccionar sus condiciones en los géneros como el baile, el canto y la actuación.
Su esfuerzo valió la pena: al grado de popularidad que le había proveído el reality, le sumó trabajo y dedicación, al punto de llegar a firmar un contrato nada menos que con Disney, compañía que hoy le permite brillar en “Bia”, su exitosa tira juvenil.
Un sueño que logró materializar después de advertir en GH que su paso por la televisión no debía quedar en la nada. Con la mirada puesta en horizontes más prósperos, Rodrigo partió al norteamerica para mejorar en todo aspecto. Y hoy, luego de su experiencia, volvió a la pantalla chica para lucirse siendo parte de una compañía multinacional, con bases comunicativas en diversas ciudades del planeta.
