Los pozos anímicos profundos son capaces de provocar estados transitorios de ira. No quedará ninguna duda si se toma como parámetro el caso de Britney Spears, quien, en lo que podría percibirse como un desborde emocional incontrolable, secuestró a sus propios hijos y los mantuvo cautivos, con el paradójico afán de conseguir la tenencia y que la justicia los deje a su cuidado.
La estrella musical estadounidense venía de separarse recientemente de Kevin Federline y temía fuertemente que fuera el padre de Sean y Jayden quien se quedara finalmente con ellos. El hecho sucedió en 2007 pero al día de hoy aún se recuerda, pues se trató de acontecimiento que la convirtió en protagonista de un combo muy peligroso.
De una situación verdaderamente extrema, que mezcló los salvajes roces de una interna familiar con los títulos de las páginas policiales, “colapsando” los portales informativos más importantes del país que iban relatando los hechos minuto a minuto. “Esos días fueron los más oscuros de mi vida. Estaba absolutamente perdida, lo único que necesitaba era liberarme. No lograba estar a la altura. No podía estar en mi casa, me sentía encerrada y no dormía. Necesitaba tomar el control y la única manera era rebelándome”, fue lo que manifestó Britney con respecto a ese episodio tan violento.
También admitió que las malas influencias tuvieron que ver en su bélica reacción: “Me junté con gente oscura y sigo enojada conmigo misma por haberlo permitido. Al comienzo de mi carrera era muy cuidadosa, pero en ese momento no pensaba. Fue un infierno que me sigue atormentando. Pero elijo ser feliz y mirar para el futuro”, agregó más tarde, con un balance autocrítico del pasado y el deseo de esperar lo que se viene con un equilibrio emocional que le de tranquilidad.
Así canta Britney sin playback, en un show que dio en Brasil. ¡Dale play!