Morena Rial cambió. A modo de esfuerzo y operaciones su silueta se transformó en otra y ella desborda de felicidad. Eso lo hizo saber en sus redes sociales, donde muestra todo el tiempo el “antes y después” de sus operaciones. “No quiero amor pa’ que”, escribió en la última de ellas.
El ingreso definitivo (aunque más tarde dijo que le falta alguna cosita), se dio en el pasado mes de agosto, donde se tocó la panza y las lolas. “Ando muy dolorida por el post. Pero muy feliz porque sé que esto me ayudará a verme como quiero”, dijo la hija de Jorge Rial y Silvia D’Auro, con quien tiene un feo enfrentamiento.
Si uno compara la última foto que se vio antes de su primera operación (en julio de 2016) a hoy (con una mini y botas) es claramente otra mujer. Y ella lo dice. “Me hice un par de cosas. La panza, la cola, los brazos y las piernas”, explicó en agosto en su cuenta de Instagram. Antes, comentan, “se había puesto implantes mamarios y también ácido hialurónico en los labios”.
Su relación con la balanza siempre estuvo pendiente. Y fue uno de los puntos por los que peleaba muy duro con su mamá. “Yo veía Cuestión de peso y ella me decía que iba a quedar como los participantes. Además de pegarme todo el tiempo, claro”, explicó Morena en un reportaje con Angel de Brito.
Hoy, más firme, Morena escribió: “Puedo observarme pasando frente a un espejo sin agachar la mirada, me celebro posando en una foto grupal sin sentir la necesidad de esconderme detrás de alguien. Me abrazo todas esas veces que sonrío al ver una foto mía en lugar de llorar. Sí, sucedía. Lo hacía”.
“Posiblemente crecer tenga que ver con ser más fuerte, aunque me gusta darme el mérito por eso. Ni los demás ni los años ni el tiempo… fui yo. Fui yo queriéndome sentir mejor, fui yo peleando conmigo misma. Fui yo luchando por poder conseguir aceptarme. Porque un día me grité tanto, me insulté tanto, que pensé ese era el fondo de mi pozo”, agregó.
“Existían cosas ajenas a mí, como esos comentarios en las redes, que aun sabiendo que no tenía responsabilidad sobre eso, me culpé. Esas noches en que apreté tanto el puño de ira que sentí mis uñas lastimando mi palma y al notarlo culminó el enojo”, explicó.
“Y ahí di paso a la angustia, a esa que surge mientras me pregunto ‘por qué me hago esto. Esa oscuridad, ese fondo que estaba tocando, utilicé para dar intenso impulso a la mujer que anhelaba ser”, terminó.