Poco ha quedado de la chica que jugaba en las calles periféricas al cementerio de Boulogne. Casi nada, diríamos, porque el perfil de Wanda Nara, hace tiempo, ya no es el mismo. En su infancia seguramente aprendió a conservar los valores del barrio, eso que invitan a pensarlo dos veces antes de contar plata delante de los pobres.
Pero la vida fue transcurriendo y progresivamente le fue abriendo puertas que la rubia misma, con inteligencia y armas de seducción, supo buscar pacientemente hasta conseguir que le vayan flanqueando el paso. Primero fue Maximiliano López, luego Mauro Icardi.
El tema es que Wanda se posicionó económicamente de cara al futuro cuando todavía no cumplió sus primeros 33 años. Estas dos relaciones le permitieron pasar a ser parte de un importante patrimonio económico y, a la vez, formar una gran familia. Con la tranquilidad que suelen proveer esa armoniosa mezcla de amor y bienes materiales, la blonda decidió dejar atrás su pasado y ostentar su riqueza sin limitaciones.
Las redes sociales la favorecen, pues en cuestión de segundos la totalidad de sus seguidores, que son miles, se enteran de sus movimientos y de sus nuevas adquisiciones, que pueden oscilar entre un tatuaje minúsculo y la compra de un Lamborghini. Recientemente, el comentario fueron sus imponentes botas. Las lució en una producción de fotos y realmente llamaron bastante la atención, pues caña llegaba casi a la falda.
Además tenían brillos, tiras con herrajes y taco aguja. Tan sofisticadas que la mayoría de los internautas quiso indagar sobre su valor. Aquí encuentran la respuesta: medio millón de pesos costarían en la Argentina.
Por algo Wanda se sinceró: “Los gustos hay que dárselos en vida”, fue lo que escribió para acompañar la imagen que posteó con su nuevo calzado. Boulogne siempre estuve cerca, pero a la vez ha quedado lejos, muy lejos.