Corría 2001 y el país estaba por sumirse en una de las crisis más dramáticas de los últimos años. Pero Natalia Oreiro y Ricardo Mollo estaban a punto de conocerse y de empezar la relación que cambiaría sus vidas.
Ella tenía 23 años y él 43, y pertenecían a mundos muy distantes entre sí: ella era la actriz el la cima de su éxito, la “chica de tapa” que daba sus primeros pasos en la música pop, y él, un músico súper respetado en la escena del rock nacional, líder de Divididos y ex Sumo.
Sin embargo, Natalia y Ricardo coincidieron en un espacio en común que nada tenía que ver con su profesión: en una clase de yoga. Ahí, arriba del mat, entre asanas y respiraciones, nació una atracción mutua de la que ella fue la primera que se hizo cargo, tal como contó.
"Nosotros nos hicimos muy amigos en yoga, yo lo miraba a él como diciendo '¡dale!'. Me miraba, me cuidaba un montón en la clase".
"Nosotros nos hicimos muy amigos ahí, yo lo miraba a él como diciendo '¡dale!'. Me miraba, me cuidaba un montón en la clase, por eso también me enamoró. Su parte sensible fue lo que me mató”, reveló Oreiro hace un tiempo, de visita en Morfi.
Mientras ella hacía todos sus esfuerzos para llamar su atención y llevar la amistad por otros caminos, el cantante se mostraba dubitativo. Hasta que Natalia logró lo que quería: “Yo me lo levanto a él. Me llevó dos meses convencerlo”, aseguró la uruguaya, que venía de una larga relación con Pablo Echarri.
De ahí en más, la relación tomó ritmo vertiginoso y, al poco tiempo, Nati y Ricardo se casaron en secreto en Brasil y, a los dos años, el 26 de enero de 2012, nació su hijo Merlín Atahualpa.
“Me casé con un hombre increíble y yo estaba y estoy muy enamorada. No fue secreto, fue de a dos. Es una persona luminosa, creo que es la persona que más cree en mí, incluso más que yo; él me motiva mucho a superarme”, dijo Nasha Natasha, siempre súper in love de su compañero de vida.
