En las buenas y en las mala. Tanto en la salud como en la enfermedad. Aquello que para muchos puede ser tan sólo un enunciado, una frase así nomás, para Tomás Allende, Tommy, fue una realidad hecha y derecha. Una verdad de hierro.
Tommy fue pareja de Sofía Sarkany y la acompañó en todos los momentos. Aquellos que fueron de alegría, cuando decidieron unir sus corazones y encarar la vida juntos, como los de incertidumbre y dolor que siguieron a la detección del cáncer de útero que le terminaría costando la vida a la joven diseñadora.
Una semana antes de morir, Sofía pudo cumplir el último sueño, acaso el más grande de su vida. Conocer a su hijo Félix. Tanto ella como Tommy estuvieron de acuerdo en acudir a una subrogación de vientre para llevar adelante el embarazo.
Felix nació en Orlando, y Tomás y Sofía vivían en Miami, dos ciudades del estado de Florida, al sureste de los Estados Unidos. Aunque consciente de lo que se avecinaba, Sofía pudo tener en brazos a su hijo, darle besos, acariciarlo, abrazarlo, abrigarlo, sentirle la piel, darle calor.
Tomás acompañó con templanza y sensibilidad todo el recorrido. Y hoy también aprende a criar a un niño, una aventura que nadie tiene resuelta antes de embarcarse en ella. No es nada sencillo, pero ahí tendrá el apoyo y el sostén de toda la familia de Sofía. Y la propia, por supuesto.
En varios posteos de Instagram, una de las vías que eligieron para homenajear a Sofía, tanto sus hermanas como su mamá, Graciela Papini, y su papá Ricky, el diseñador de zapatos preferido de los famosos, se juramentaron cuidar de Félix a sol y a sombra.
"Hicieron un pacto con la familia para cuidar al bebé y el legado de Sofi. Y todos van a cumplirlo. Cuando se calme un poco todo la idea de Tommy es regresar a la Argentina", contaron.
Y así está Tommy. Con altos y bajos, por supuesto, como tendría cualquier ser humano en una circunstancia como la que le toca vivir. Haciéndose preguntas, maldiciendo, tomando coraje, mirando a su niño y buscando refugio y contención en los suyos, en los seres queridos.
Atravesando sus rulos negros con las manos y pensando qué hacer y cómo, a pesar de todo, ser feliz. El recuerdo de Sofía, el futuro de Félix y su propia vida se lo merecen.