Por supuesto que jugar para el equipo de las botineras tiene sus beneficios. Ser la esposa de un jugador de fútbol de elite provee privilegios materiales y otros que el dinero no puede comprar. Seguramente se disfruta de llenar las bolsas en los shopping con los productos más glamorosos, trasladarse en autos importados y conocer sitios paradisíacos, además de codearse diariamente con gente del jet set.
Ni hablar de la sensación de fama que debe generar el hecho de ser reconocida en la vía pública como la “mujer de…” o de entrar a cada evento por la puerta principal donde está colocada la alfombra roja. Pero claro, convivir con el ritmo de vida de un futbolista de primer nivel tiene también sus costos. El denominado “Lado B” es la parte más difícil de transitar, pues contempla situaciones que, de no existir un amor firme y vigoroso, podría ser capaz de atentar contra la relación.
Traslados, lejanías y mudanzas continuas que convierten al deportista en nómade y motorizan la necesidad de contar con un círculo íntimo incondicional, para evitar el desgaste. Atando cabos, probablemente todas estos condicionantes hayan influido en la reciente separación de Hernán Crespo.
El ex entrenador de Banfield, que como jugador triunfó en River y registró pasos por la selección nacional y el fútbol europeo, acaba de bajarle el telón a su etapa conyugal con la italiana Alessia Rossi, su esposa desde 2005 y mamá de Nicole, Sofía y Martina.
“Sí, lamentablemente estamos separados”, admitió el ex atacante cuando lo consultaron por qué no regresaba a Italia tras su ciclo como técnico de Banfield, o por qué no traía a sus afectos al país. No es tan sencillo estar al lado de un futbolista famosos. Por más perfumes caros o cenas con champagne en yates top, él árbol seguirá sin tapar el bosque.