No cambia de amores con periodicidad. Por lo general sus relaciones se extienden más allá de los pronósticos, que en el 90 por ciento de los casos intuyen una corta vida útil para los noviazgos que se forman en el ámbito de la farándula. Tiene una política definida con respecto a los vínculos conyugales, aunque no tanto en lo que respecta a gustos o estereotipos. Porque Cristina Pérez sólo quiere amar y ser amada, simplemente.
Lo demás, al menos para su mirada, no tiene tanta importancia. Posiblemente por esa razón siga inclinándose por la soltería a los 46 años. Ojo, a la soltería en los papeles, pues a la presentadora del noticiero central de Telefe no le gusta estar sola. Su corazón, cada tanto, se entrega a un nuevo dueño. Le gusta percibir el calor de una compañía, sin reparar en cuestiones de raza, religión ni color.
Nada más apropiado que la letra del cordobés Rodrigo Bueno para describir sus últimos romances, prolongados y sólidos, aunque un tanto llamativos por la escasa similitud entre sus novios. Quizás la historia amorosa que más trascendencia tomó en los últimos años tuvo más que ver con la ficción que con la realidad. O para ser más precisos: con una expresión de deseos que el público que la sigue instaló en las redes sociales, montando una especie de novela con Rodolfo Barili, su compañero de labores en el canal de las tres pelotitas.
Una movida que surgió en forma genuina y que a medida que transcurrieron los días amplió su nivel de intriga, al punto de motorizar tapas de revistas y convertirse en el tema central de los espacios televisivos especializados en asuntos sentimentales. Ni lerdos ni perezosos, ambos periodistas supieron capitalizar este momento de la forma más conveniente. ¿Cuál? Prestándose al juego. Estirando la saga. Con silencios cómplices, cruzando miradas pícaras que invitaran a sospechar que efectivamente entre ellos había algo más que compañerismo.
Con esas herramientas les alcanzó para mantener fresco el suspenso, alimentando esa suerte de clamor popular que los instaba a dar una respuesta al interrogante. “¿Están o no de novios Cristina Pérez y Rodolfo Barili?”, se preguntaba la prensa, haciéndose eco de la bola de nieve que continuaba engrosándose por Twitter, Instagram y otros canales del mundo cibernauta. Sin ir más lejos, con esta estrategia llegaron a sumar el interés de una parte de la audiencia que sintonizaba el noticiero más ansiosa por saber el desenlace de esta trama que por el contenido propio del programa.
Cada final de Telefe Noticias se producía en el mismo contexto: con Cristina y Rodolfo coqueteando, intercambiando frases alusivas indirectamente al supuesto romance y sin ningún tipo de definiciones. ¿Se habrá tratado de una táctica empresarial para levantar el rating? Sobraron elucubraciones, pero finalmente los protagonistas hablaron. Y aseguraron que el único lazo que siempre los unió fue el profesional. Nada de noviazgo.
Este culebrón nació unos meses después de que Cristina anunció su separación de Gustavo Grobocopatel, uno de los empresarios sojeros más poderosos de la Argentina. “No tengo el deseo de ser madre. Es difícil hacerles entender eso a los demás. Aparte tenemos agendas incompatibles. Vivimos en dos mundos muy distintos”, explicó la periodista luego de tomar estado público el adiós, que se habría dado en buenos términos y sin la existencia de terceros en discordia.
El telón cayó en 2016 y desde entonces Cristina no volvió a mostrarse con otro hombre. Sin embargo, a comienzos de julio, presentó en sociedad a su conquista reciente: un empresario del rubro textil, fanático del fitness. Musculoso y 14 años más joven que ella. Se llama Yoel Freue (32) y es actualmente el responsable de alegrar sus días.
Precisamente, el pasado 21 de septiembre, en ocasión del inicio de la primavera, mutuamente los dos se dedicaron declaraciones muy tiernas, a través de sus cuentas personales de Instagram. “Primavera con mi amor. Gracias por estar en mi vida mi amor. Me hace muy bien”, escribió Cristina para describir una foto en la que se ve tomada de la mano de Yoel, luciendo un sugerente vestido a media falda, color rosa.
Al parecer la cosa va en serio...
La impresión es que al margen de no proyectar más allá de lo cotidiano, para acelerar los plazos y respetar cada una de las etapas, a Cristina nada le quita la esperanza de haberse cruzado con el hombre de su vida. Pertenecen a distintas camadas, con 14 años de diferencia y presentes disímiles, pero los dos son solteros y libres de planificar de acuerdo con sus deseos. Porque no es cuestión de cambiar de amoríos con frecuencia ni de frustrarse mirando al futuro. Para Cristina, lo valioso es amar y sentirse amada. Que el paso del tiempo se ocupe de hacer el resto.