Una de las parejas más longevas del mundo del espectáculo es la de Natalia Oreiro y Ricardo Mollo, quienes están casados desde el 2001, un gran logro teniendo en cuenta que la farándula no suele ver con frecuencia que el amor de sus protagonistas sea a largo plazo.
En el momento que se conocieron en una clase de yoga, ella tenía 23 años y él 43, a lo que la uruguaya confesó: “Yo me lo levanté a él y me llevó dos meses convencerlo. Cuando empecé a salir con Ricardo no sabía que era el cantante de Divididos; escuchaba su música pero nunca le había visto la cara. Lo supe después de que empezáramos a frecuentarnos, pero al principio no”.
“Nos hicimos muy amigos, yo lo miraba a él como diciendo ‘¡dale!’. Y él me miraba, me cuidaba un montón en las clases, por eso también me enamoré: su parte sensible me mató de amor. Me acuerdo un día que invité a varios amigos a casa, entre ellos estaba Ricardo", agregó.
Y sumó sobre las primeras citas que tuvieron: "Me la pasé todo el día cocinando una lasaña vegetariana, y cuando estábamos charlando, a punto de cenar, dijo que se tenía que ir. No lo podía creer. Estuvo de viaje un par de semanas y cuando volvió nos vimos y empezamos a salir”.
El 17 de agosto, Ricardo Mollo celebra una fecha muy especial para él, su cumpleaños, por lo que los saludos por parte de sus amigos y familiares no faltaron, aunque quizás el que más esperaba era el de su esposa: "Feliz día a la persona más hermosa del universo te amamos".
En los últimos días, Natalia se ha centrado en cómo la gente ha recibido la serie Santa Evita, basada obviamente en Eva Perón, pero cuando tuvo que hacer la promoción de la misma, los medios argentinos se hicieron eco sobre una inédita anécdota que le pasó a la actriz.
En Socios del Espectáculo informaron a través de la red social Twitter, sobre la denegación de la entrada a Estados Unidos de la actriz: "Por su ciudadanía rusa no dejan que Natalia Oreiro vaya a Estados Unidos a realizar la promoción de la serie de Evita".
Por si fuera poco, en una entrevista Oreiro habló de sus comienzos actorales y se definió como una mala actriz: "¡Un montón de cosas! Primero digo ‘qué mala actriz que era’. Hacía muchas caras, muchos gestos y mucha sobreactuación. Por suerte, los años me dieron… (experiencia). Me da mucha ternura porque cuando llegué de Uruguay teniendo 16 años, este era mi sueño. Una vez por año venía con mis papás a la calle Florida a comprar cosas y a comer pizza en calle Corrientes. Y yo veía los teatros y soñaba con esto. Para mí, era todo lo que quería ser y hacer”.
