Ana María Picchio estuvo de invitada en el programa de Florencia Peña, Flor de equipo, que se puede ver en la pantalla de Telefe todos los días. Súper divertida, como siempre, se prestó a todos los juegos y, en el cuestionario Intragable, la actriz dio que hablar con muchas historias súper picantes.
Pero lo que más llamó la atención de todo el mundo fue cuando en el living de Peña, Ana María Picchio charló de los rumores que la vincularon sentimentalmente con el famoso Negro Oscar González Oro, hoy radicado en Uruguay post pandemia. ¿Hubo amor?
“El Negro González Oro reveló que tuvo un affaire con vos...”, le dijo Peña, en modo chimentero. Y ella la cortó en seco: “¿Quién? Nooo, éramos re amigos. Te juro que no”. Y allí confirmó que la historia entre ellos nunca pasó de una amistad muy divertida, como casi siempre tiene la gente del mundo de la farándula.
“Al Negro no le importaban mucho las chicas”, informó. Y después de hablar de la mudanza del señor a Uruguay, Picchio terminó: “Él me quería como una hermana, me adoraba”, afirmó la actriz que trabaja en una obra de José María Muscari en la Corrientes, Perdidamente.
Sobre su historia de amor más loca todavía, Peña explicó y contó una anécdota hermosa: “Un italiano Alberto Picchio te fue a ver al teatro por la coincidencia del apellido y para ver si había algún parentesco y... ¿terminaron casándose?”. Y ella dio los detalles: “Sí, me casé, o sea que fui Picchio de Picchio. Pero hay edades en donde no se habla más de esas cosas”.
Sobre su relación con las mujeres, Ana María contó que sigue siendo muy varonera. “En todo porque me gusta jugar a la pelota. Tengo como reacciones masculinas, salgo a defender cualquier cosa, me bajo del auto y digo: ‘¿querés pelear? Peleemos’”, reveló.
Y sobre Soledad Silveyra, su mejor amiga, recordó cuando las rechazaron de una audición: “Habíamos hecho una prueba con Cecilio Madanes para hacer una obra de Shakespeare y nos echaron a las dos. Cecilio dijo que por qué no nos dedicábamos a otra cosa. Salíamos en el ascensor y Solita lloraba y yo le decía: ‘pero es un punto de vista, nena. No le demos bola a este, ¡vámonos!”.