El apellido seguramente resultará conocido. Tal vez no tanto su rostro. Florencia Prada Duhagon (34) es la hija del Chato, productor de Marcelo Tinelli y una de las históricas vértebras organizativas del Bailando por un sueño. Lógicamente, a la joven la unen múltiples lazos con su padre. El parentesco genealógico y la vocación por lo artístico son ejemplos que los asemejan de manera paralela al vínculo filiatorio.
Con el grado de exposición pública, en cambio, la cosa cambia. En eso son muy distintos. No porque Florencia lo haya decidido así, pues su rol como actriz y el haber participado en diferentes obras teatrales la han familiarizado con el cascabel mediático. Todo fue por simple decantación. Fluyendo, la vida misma los terminó llevando por caminos separados. A él intercalando apariciones al aire cada noche por TV ante millones de espectadores, y a Flor con un perfil más bajo, típico del mandato actoral, ese que privilegia ganarse la prensa por lo realizado en el escenario y no por el “escandalete”.
Claro que ciertos acontecimientos rompen el molde, y cuando el denominador común es la felicidad, ya no importa el grado de trascendencia que tomen. El pasado 31 agosto, Flor se casó con Gustavo Vanadia (un relacionista público al que conoció de manera casual en un fiesta a la que había concurrido como invitada), y su imagen recorrió programas y revistas como quizás nunca antes. La ceremonia se desarrolló en un Centro de Participación Comunal de la localidad de Argüello, Córdoba –tierra natal del novio–, donde los dos decidieron legalizar un amor que nació hace más de cuatro años.
“Gustavo es el hombre de mis sueños que apareció en mi vida en el momento indicado. Lo amo profundamente. Unirnos en matrimonio ante la ley es para reafirmar nuestro proyecto de ser familia y compartir la vida juntos. Nuestro compromiso es reivindicar el amor que sentimos. Decir ‘sí’ es un acto de valentía y amor”, fue la reflexión de Flor, emocionada, minutos después de convertirse en esposa.
Aparte del Chato, hasta la provincia mediterránea se trasladaron, con la idea de acompañarla en un momento tan especial, su mamá, Marcia Muhagon; Valentín y Julián Prada, sus hermanos y dos amigas de la niñez, que firmaron como testigos.
En la celebración tiraron la casa por la ventana, y fueron cerca de doscientos invitados. El salón fue Sharewood, en la localidad de Pilar, con dos hectáreas de parque y una laguna propia.