"Varón, pa quererte mucho. Varón, pa desearte el bien. Varón, pa olvidar agravios. Porque ya te perdoné". Nos ponemos de pie, nos sacamos el sombrero y agachamos la cabeza: con el debido respeto y el pedido de disculpas que se merecen Sebastián Piana, Homero Manzi y Carlos Gardel, insuperables compositores e inigualable cantante de la magistral y legendaria "Milonga Sentimental", tomaremos la licencia de cambiarle una sola letra, o la forma de la letra, para usarla como más nos conviene.
No hablaremos de un varón muy querido, deseado o perdonado, sino de una Barón muuuuy amada. Para más datos, Jimena. Jimena Barón. Cometido semejante acto de vandalismo intelectual, sigamos...
Las actuaciones de Jimena o las canciones de J-mena pueden gustar o no, pueden ser merecedoras de aplausos o de criticas, pueden despertar pasiones o dormir espíritus y espectadores, pero jamás se podrá decir que ella, la mujer que emerge detrás de la artista que copa los sets de filmación o los escenarios musicales, ha pasado inadvertida a los ojos de hombres y mujeres que se entreveraron con ella en milongas que ni te cuento... Para nada. En todos lados y de todas las maneras ha dejado huella.
El nombre ineludible en el derrotero amoroso, pasional y afectivo de la Barón es el de Daniel Osvaldo. A ver: el tipo tiene el prototipo de hombre que les encanta a las mujeres. Rockero, rebelde, irreverente, desfachatado, buen mozo, creativo, despiadado, talentoso, corpulento, adinerado, arrasador.
Cualidades que encandilan a las muchachas hasta que se van a vivir con ellos y ¡¡zas!! esa lucecita incandescente baja y empiezan a ver que además de todo eso son infieles, desprolijos, bravucones, celosos, gritones, abandónicos, indomables, tóxicos, irrecuperables y toda la perorata que conocemos largo y tendido en estos casos. El, encima, a traicionó de la peor manera: se fue con Gianinna Maradona, la "mejor amiga" de Jime. Y bue...
Cuando se escapan del martirio -las que puedan- llevan en su equipaje algo de todo ese combo infernal. En el caso de Jimena, un hijo hermoso, precioso, único, brillante y adorado, y también una herencia maldita transformada en canciones de reclamo -primero- y de venganza después. Es curioso: cada vez que le dedica un tema, además de criticarlo o de refregarle en la cara que ahora está mejor, parece decirle también que no lo puede olvidar, que aun lo tiene presente y que en un rincón de su ser todavía se trata de una cuenta pendiente.
Después de todos esos años en los que se la vio "reducida" a ser una abnegada y servil esposa que acompañaba silenciosamente el desmesurado crecimiento deportivo de Osvaldo -que llegó a jugar en la Juventus de Italia y en el seleccionado de ese país- Jimena rompió cadenas y se decidió a ser el mujerón que es hoy a todo nivel: físico, artístico, personal e intelectual. Su personalidad explotó y se le escapó por todos los poros cansada de tanto tiempo de represión y aislamiento. La rompió toda en todos lados menos en el amor, donde le costó encontrar una pareja sólida.
Con el tenista Juan Martín Del Potro fue y vino de un lado al otro como la pelotita en una cancha de polvo de ladrillo, y no terminaron muy bien que digamos. Algunos malpensados, incluso, afirman que la primera Icardeada fue de Jimena porque "Delpo" hacía buenas migas con Osvaldo en una época. Con Rodrigo Romero filmó la película del Potro Rodrigo.
El amor se diluyó tan pronto después de que la cinta salió de los cines que muchos sospecharon en un asunto más comercial que afectivo, pero que hubo escenas de amor...¡hubo! Mauro Caiazza la conquistó bailando y después hubo otros que le dieron un baile infernal, y el Tucu López le cocinó milanesas y empanadas como sólo se preparan en su provincia, pero ella quería comer otra cosa parece. En el medio sobrevoló el misterio de la relación estrecha y confidente que siempre mantuvo con Cecilia Milone.
Cuando la estabilidad emocional de Barón parecía que quedaría desdibujada por la neblina del humo eterno de las crisis, apareció Mister Habano y le devolvió sonrisas, goce y hasta ganas de tener otro hijo. Sí, todo eso. ¿Quién es el ñato? Matías Palleiro. Nadie sabe a qué se dedica, de dónde viene ni que pito toca (cuidado, que se entienda eeeehhhh) pero al principio se fumó todos los berrinches de la susodicha y ahora la tiene bien encendida a tiempo completo.
En un momento hubo crisis, pero donde hubo fuego -y más en este caso, por razones obvias- cenizas quedan, y ahí están, juntos y con ganas, disfrutando y sabiendo que ellos y el resto hicieron de las suyas y generaron un árbol genealógico de relaciones que ni los mismísimos Piana y Manzi podrían haber descripto en su prosa inescriptible o el gran Carlitos cantado con esa voz que cada día entona mejor.
Perdón, nos volvemos a poner de pie. Mil disculpas para ellos tres.
