No caben dudas: Mariana Fabbiani es la única, verdadera y auténtica primera dama de la farándula nacional. Se ganó la consideración, el bastón de mando y el discurso en el balcón por formar pareja no una sino dos veces con un par de los empresarios más poderosos e influyentes de la industria televisiva. El trono para ella, las migajas para las demás.
Simpática, compradora, bonita, sensual a pesar de su voz algo chillona, Fabbiani se volvió popular rápidamente por una serie de circunstancias: por ser la nieta de Mariano Mores, uno de los próceres del tango, por su frescura y sus cualidades para desenvolverse frente a cámaras y por su evidente "precisión" a la hora de familiarizarse con gente "importante" de los medios. "Los decisorios", como los llama Marina Calabró. Yanina Latorre lo dice de otra forma, pero mejor no recordarlo. Nada de iluminadores o tiracables.
El primero fue Gastón Portal, heredero de su papá, Raúl, legendario creador de éxitos como Notidormi o El Portal de las mascotas, pero en su caso con más habilidades detrás de cámaras que frente a ellas. Lo suyo no era la conducción sino los negocios y ganar billetes. Mariana lo ayudaba a contarlos (o a pesarlos, según la ocasión) cuando fueron novios primero y marido y mujer después. Se separaron al cabo de 2 años de matrimonio y 8 de romance primaveral, un ocaso del que salió triste y con el corazón hecho pedazos pero fortalecida en otros aspectos.
El segundo -y por ahora definitivo- se llama Mariano Chihade. Perfil bajo con los medios (su rostro es poco conocido, su voz jamás se escuchó) pero frente, dorso y todo lo demás mega alto para las cuitas empresariales: Mandarina, su productora, gana terreno a pasos agigantados y se consolida en el podio de las más importantes del país.
Pero ojo. Por supuesto que ellos no fueron los únicos. Ahora ama y señora de Mandarina, Mariana probó algunas frutas prohibidas bien sabrosas en su pasado: por ejemplo, escuchó muy al oído y muy de cerca las melodiosas interpretaciones de Luis Miguel. Música para tu piel de verano, muchacha. Ella era joven, libre, desprejuiciada, y no culpó ni a la noche, ni a la playa. ni a la lluvia. Le dio para adelante y chau pinela.
Con el abogado Martín Parisier -¿Qué habrá sido de su vida, no?- repasó la ley del amor hasta que el muchacho fue cosa juzgada. Ninguno se quedó quieto ni llorando penas, claro. O lo habrán hecho, pero un rato. No hay mal que dure 100 años, ni siquiera los del corazón. Se lanzaron a vivir mil aventuras más y vaya que lo hicieron.
En su recorrido formaron un árbol genealógico de relaciones que mama mía. Hay de todo. Pero de todo en serio. Hombres, mujeres, altas, bajitos, conocidos, no tanto, estrellas y estrellados. Hasta aparece Chiquito Romero, el arquero de Boca y gran experto en penales. ¡Atajate esta!
