Como mínimo un millón seicientas mil personas, todas las que la siguen en Instragram, leyeron que la bio de Silvina Escudero dice "Sobre todo amante de los sin voz… seamos más animales y menos humanos" y conocen, hace mucho, su fanatismo por las mascotas. Casi todo el país -algo más de 45 millones de habitantes según el censo de este año- lo sabe desde ayer por un hecho inédito que sucedió en su casamiento: los anillos no los llevaron ellos ni se los dieron los testigos, sino que se los "acercaron" sus perros Branca y Mulata.
Escudero y Federico, su novio en los últimos 5 años (y con quien lograron sortear una crisis que en plena pandemia los había separado) se convirtieron en flamante matrimonio en el Registro Civil de Tigre, localidad donde viven en pareja hace un tiempo importante. La ceremonia fue muy amena y tuvo toques distintivos: algunos muy llamativos y curiosos, y otros algo inexplicables, como la inquebrantable decisión del muchacho de no tener ni el más mínimo contacto con la prensa.
Entre las coas que llamaron la atención estuvo la ropa, los atuendos de los dos. No tanto el de Silvina en realidad (un trajecito en color blanco más un top y un par de zapatos de la misma tonalidad) sino más bien el de él, que no estuvo nada mal sino que era poco frecuente para un casorio: Federico estaba de saco marrón, camisa más clara y abajo jean medio chupin y arremangado en el talón y zapatilla blancas de lona tipo botitas de básquet.
La ceremonia se desarrolló al aire libre, toda una decisión para llevarla a cabo en medio del invierno. El pleno que se jugaron fue cantado por el cielo, que lució brillante y cálido como nunca para un día de la última semana de agosto. Como si fuera octubre o noviembre, Escudero y Federico se miraron, se dieron el si y se juraron amor eterno cuando el termómetro explotaba en 26 grados 1 décima.
La gente que asistió (familiares, amigos, algunos pocos compañeros de trabajo de ambos) estaba a la expectativa cuando se llevó una gran sorpresa, ya que en medio de la ceremonia hicieron ingreso los perrtitos de la pareja, Mulata y Branca. No es que se escaparon e irrumpieron rompiendo códigos o medidas de seguridad. Para nada. Estaba todo preparado.
Los pichichos llevaban una especie de "paquete" atado a sus lomos. Adentro llevaban las alianzas de oro con las que terminaron de confirmar que se unieron en matrimonio. Además, jugaron un poco con sus "amos", que como siempre les dieron amor, cariño, afecto y una mano para acriciarlos. "Son hijos para mi, los trato y los cuido como tales", dijo alguna vez la morocha. Dicho y hecho, muy bien por ella. Y por él también.