A simple vista, la impresión que se percibe es que se trató de un gran desahogo. La decisión de Anna Chiara del Boca de salir a contar públicamente lo sucedido con su padre, Ricardo Biasotti, aparenta haberle permitido tanto a la joven como al resto de su entorno quitarse una mochila muy pesada. El relato de la adolescente fue estremecedor, con detalles escabrosos pero puntuales y precisos. Contó que durante el tiempo que compartió con el empresario en su niñez, como parte del régimen de visitas, fue víctima de ultrajes. Lejos de conformarse con exponer su relato de los acontecimientos en los medios, la joven dio un segundo paso. Todavía más importante: ratificó todos sus dichos ante la Justicia, que inmediatamente tomó cartas en el asunto.
Sí, Anna Chiara denunció a su propio padre como su abusador. De esta forma, la hija de Andrea del Boca (54) comenzó a dejar atrás una parte de su vida, un segmento tormentoso y angustiante. Ahora sus energías están asignadas al trabajo de los jueces, que tendrán que ocuparse de determinar la responsabilidad que le cabe a cada uno de los protagonistas en este brutal conflicto intrafamiliar.
El transcurso del tiempo, como siempre ocurre, bajará el martillo y se encargará de sacar a la luz la verdad, pero lo que viene, sin dudas, será como empezar de cero para la adolescente. Un período aliviador, un ciclo de sanación espiritual que, como señalamos líneas arriba, seguramente se replicará en sus afectos. Sobre todo en Andrea, que fue su puntal incondicional desde que Anna Chiara decidió revelar lo que pasó con Biasotti, primero en la prensa y posteriormente en el ámbito de los tribunales.
No es tan difícil intuir que Andrea se siente más relajada, pues si bien en los últimos meses se habló insistentemente de su presunto romance con Juan Pablo Fioribello, el abogado que la representa en su demanda personal contra Biasotti y que también patrocina a la propia Anna Chiara, mientras Anna tuvo que lidiar con la carga emocional que sin dudas le provocaba su delicada situación personal, la actriz jamás se atrevió a hablar de su costado sentimental. No lo confirmó ni lo desmintió. Silencio y paciencia para esperar el momento indicado de blanquear todo en caso de ser necesario.
O, en su defecto, desmentir las versiones que la vinculan amorosamente a Juan Pablo. Eso sí: luego de tanto trajinar, tensionada y acompañando a Anna en su lucha por afrontar valientemente el desafío de ventilar y judicializar sus padecimientos, Andrea por lo menos se prestó para sacarse una foto con Fioribello. Solos, sentados a una de las mesas del restaurante La Stampa, en la Recova, en el marco de una cena íntima, sólo para dos.
¿Si fue efectivamente una formalización mediática del noviazgo? No, pero tampoco es que los protagonistas lo negaron. Fue como una prolongación del juego en el que, por qué no, a lo mejor les sea útil participar. Para confirmar si existe o no un romance habrá que continuar en la vigilia. Lo más valioso, igualmente, es para Andrea sentir que Anna Chiara enterró un amargo pedazo de su pasado. Todo lo demás, fundamentalmente con respecto a su estado civil, que lo cuenten como quieran.