Tanto genera Pampita (42) en el día a día que hasta tuvo que salir a desmentir, en su momento, que su amor con Roberto García Moritán era consecuencia exclusiva del cariño y del respeto. Sin intereses creados, contratos prenupciales ni otra otras yerbas. La modelo moviliza, está claro, y cada novedad respecto a su cotidianidad representa una codiciada presa no solamente para los medios, sino también para sus fans y hasta para sus detractores.
Corrían las últimas semanas de 2019 cuando la actual jurado del Súper Bailando sintió la necesidad de aclarar los tantos y negar públicamente que su relación con el empresario gastronómico estaba fundada en cuestiones patrimoniales. Se había hablado mucho acerca de un supuesto acuerdo entre las partes previo al casamiento, que se desarrolló el 22 de noviembre en medio de una fastuosa fiesta con centenares de invitados.
Desde entonces, su vida se desarrolló en medio de dos polos opuestos: su sano objetivo de ensamblar la familia y la necesidad de cortar con los rumores, malintencionados a veces, sobre el origen del romance con su marido. Pampita prácticamente no habló del tema luego de esa charla post boda con los medios que consideró suficiente para dar por terminado el asunto.
Su decisión fue ir contestando con hechos y no con palabras. Ejemplo: ir fortaleciendo el vínculo de la pareja con los más chicos del clan (Bautista, Benicio y Beltrán por su lado; Santino y Delfina por el lado de su marido) para ir dándole forma a un contexto de lazos homogéneos, a través de charlas, viajes o simplemente momentos compartidos en ámbitos habituales. Así fue común notar que Roberto acompañara al médico en algunas ocasiones al más grande de los varones de Pampita o que ella misma recibiera con muy buena onda en su casa a los hijos que el empresario tuvo con Milagros Brito.
Igualmente, al margen de la voluntad de consolidar el parentesco y propiciar un escenario de buenos augurios para el futuro de la convivencia grupal, a Pampita también le interesó demostrar que muchos de los que pusieron en tela de juicio sus sentimientos, se equivocaron. Por ende, cuando la agenda se lo permite, la conductora arma las valijas y parte en plan de descanso, secundada por su compañero, que luego de una luna de miel en París volvió a irse con ella a otro lugar de ensueño.
Hablamos de las playas mexicanas, las de la Riviera Maya para ser más precisos, donde permanecieron dos semanas junto a todos los chicos. De esta forma, Pampita fue ganándole a los trascendidos. Pulverizando y ahuyentando cualquier fantasma ante una eventual separación. Una posibilidad extrema que empezó a sonar con fuerza tras una presunta discusión entre la modelo y su esposo a la salida de una farmacia de Punta de Este, centro turístico que habían visitado antes de ir al país azteca. Todo bien, todo legal, diría una vieja publicidad televisiva. Por qué no pensar que este matrimonio, también, puede ser para toda la vida.