Para Donato De Santis no se trata de un simple viaje de descanso y esparcimiento. El chef armó las valijas y partió rumbo a Japón con Francesca, su hija de 18 años, a recorrer parte de la cultura milenaria que inspira su religión: el budismo.
"Viví en un Ashram. En los años setenta no tenían muy buena fama porque iban los drogadictos. Yo no lo era, pero fui porque acompañé a una amiga, a una novia en realidad. Era muy joven. La acompañé porque ella quería ir a visitar y me quedé tan enganchado que me quedé semanas. La idea era acompañarla hasta la entrada pero entré y no salí más", supo contar Donato.
"Eran Hare Krishna, eran devotos de Babaji, esta corriente budista. Yo sigo siendo budista aunque, obviamente, he cambiado. He profundizado, hoy sigo una corriente menos comercial que es basada en el Japón... Me cambió la vida y desde ahí traté de entender qué sucede en el universo", contó De Santis.
"No tanto desde la creación, sino entender que hay un principio. Un comienzo. Y las personas tratan de emanciparse del sufrimiento para vivir una felicidad indestructible. Rezo dos veces al día. Fue un continuo buscar, tratando de encontrar respuestas a preguntas existenciales. Así llegué a la escuela de Nichiren Daishönin, un monje que vivió en el siglo XII", compartió el ex jurado de Masterchef.
DONATO DE SANTIS HABLO DE LOS EFECTOS DEL BUDISMO EN SU VIDA
"El budismo me da tranquilidad, fuerza, me focaliza, me hace entender lo que hice bien y mal. Te enseña a asumir responsabilidades, a comprender que estamos sujetos a la ley de causa-efecto. En mi casa tengo un altar con un gohonzon, un pergamino que es objeto de veneración, y cuando abro el altar me expongo a la ley mística. Rezo con mi juzu, un collar budista con 108 cuentas, que representan los deseos mundanos entre las manos", sorprendió Donato.
Durante la experiencia, Donato y Francesca, degustaron sabores típicos de oriente, participaron de una peregrinación al altar más importante de la ciudad y se alojaron en una típica habitación que se caracteriza por sólo tener acolchados apoyados en el suelo, entre otras curiosidades de la travesía que compartieron padre e hija.