Hincha de Chacarita, colectivero de alma, dueño de un corte de pelo al que le puso nombre y apellido, Carlitos Balá fue antes que nada un tipo sencillo que acompañó la infancia de varias generaciones de argentinos a los que llevó de la mano, a través de la pantalla chica, en la tierna e ingenua etapa de los primeros años de vida. Un guía. Un amigo. Un compañero de juegos y aventuras. Un tipo medio loco que decía cosas medio locas y divertidas. Un hombre que sin dudas se merece un homenaje y un aplauso final.
Sus personajes fueron entrañables y muy queribles. Igual que sus frases, indelebles en todos aquellos que las escucharon cuando tenían 5, 7, 9, 10 o 12 años. Hoy, en realidad hace rato, no hay un artista infantil de ese calibre. Puede que Panam, que alguna vez lo cobijó bajo su ala, se le acerque un poco. Pero ella es mas teatral. Carlitos era de la tele.
¿Cómo se decía? ¿Sungudrule, Sumbudrule, Suncudrule? Como fuera, era una palabra que acompañó a todos los chicos que crecieron allá por los 70 o los 80. Aquellos que anden ahora entre los treinta y pico y los cincuenta y largos se habrán rebanado los sesos tratando de entender qué decía y habrán puteado al aire cuando escucharon hoy la noticia de su muerte.
Todos los que eran pibes en ese momento se preguntaron -y no una vez, millones de veces- qué gusto tiene la sal, y habrán gritado "¡Salado!" con toda la energía que venía de sus pulmones. Eso lograba Carlitos. Identificación inmediata con cosas sencillas, comunes, nada del otro mundo. No había fórmulas de marketing ni nada de eso. O quizás la llevaba adelante sin saberlo. Todo fácil. Directo.
Decena, cientos, miles, millones de padres le agradecieron, también, la invención del Chupetómetro, ese recipiente gigante donde sus hijos podían arrojar los chupetes que primero ayudaban a calmarlos pero después, a cierta edad, se transformaban en acompañantes ya medio incómodos y hasta peligrosos para la madurez de los purretes. Carlitos arrasaba con esas "pavadas" que eran, en realidad, revolucionarias para la época.
Chau, Carlitos. Ahora gritarás los goles de Chaca desde arriba. Y seguirás el recorrido de tu línea 39 surcando los caminos de Constitución, la avenida Santa Fe, Pacífico y Chacarita. Corré con Angueto y pedile que se quede quieto quietito. Mirá a los pibes y ayudalos. Lo despedimos con un gestito de idea, lo mismo que hubiera hecho él. "Aquí llegó Balá...Balá, Balá... El show va a comenzar ya llegó ya llegó...". Seguro que deben estar cantando eso en algún lugar de la eternidad.
