A veces, siempre puntual y punzante, la vida se parece mucho a una montaña rusa: tiene esa caprichosa capacidad de llevar a las personas para arriba y para abajo, bien a los extremos, a una velocidad de locos y en muy poco tiempo. De las alegrías más grandes a las tristezas y los dolores más profundos en lapsos que casi no dejan margen para la reacción. Eugenia Tobal, una de las actrices más respetadas y queridas del ambiente artístico, lo sabe como ninguna: en menos de dos meses fue madre, cumpliendo acaso uno de sus sueños más grandes, y poco después perdió a su propia mamá, a quien acompañó con temple de hierro y corazón generoso en su desigual lucha contra un cáncer.
No son, entonces, días sencillos para la protagonista de tantos éxitos en la ficción y últimamente conductora de Cocineros en la noche, un programa al que muchas veces utilizó como vía de comunicación con Ofelia, su mamá, quien solía verla desde su casa. “Esta receta me la enseñó mamá”, “Mamá me dijo desde chiquita que las papas para puré tienen que hervir como mínimo 7 minutos”, “La tarta de manzana me sale bastante bien, pero a mamá le sale mucho mejor”, decía para acariciarla.
Mientras tanto, transitaba su embarazo. Era un momento esperadísimo y que la tenía súper sensible. La noticia de que estaba encinta se celebró mucho más que un Martín Fierro o un ACE de oro. Motivos había de sobra.
Pero vayamos un poco más atrás aún, cuando la actriz encontró a su compañero. Francisco García Ibar es un paseador de perros muy particular, porque a decir verdad excede largamente esa condición. El muchacho –de barba frondosa, andar tranquilo y voz calmada– es una especie de protector de pichichos y otros animalitos: si pudieran expresarse con palabras, seguramente las mascotas le dirían gracias y te quiero. Distinto, afectuoso, bonachón, descontracturado (no lo van a ver de traje, pero viste canchero), el pibe conoció a Tobal y al poco tiempo se enamoraron.
Las buenas noticias seguirían llegando cuando un estudio confirmó que el “atraso” de Tobal no se debía a cuestiones hormonales, sino a un embarazo. Todos celebraron. Ofelia también: tenía un motivo más para estirar su lucha contra la enfermedad. Quería tener a su nieta en brazos. Y ver que su hija, finalmente, era mamá.
Ema nació el 14 de diciembre de 2019. Una de las primeras cosas que hizo Eugenia cuando las dos salieron de la maternidad fue llevársela a su madre. El encuentro fue inolvidable. Ofelia partió casi dos meses después. El 11 de febrero su corazón, su cuerpo y su alma dijeron basta. Entonces, Eugenia escribió “Cerca, bien cerca. Estoy… en algún lugar estoy. No puedes tocarme, así como no se puede tocar el amor… pero puedes sentirlo. No. No estoy entre la tierra. Estoy en la sonrisa de tu recuerdo. Estoy en el silencio de tu suspiro. Estoy en la carita de quien ha nacido. ¿Escuchás el eco que se produce cuando ríes? Esa soy yo. Estoy, creeme que estoy. No tan lejos".
Y siguió: "No me busques tan lejos. Estoy cerca, bien cerca, a tu lado. Te sostengo cada vez que quieras caer. Te acaricio cada vez que comienza a doler. Yo sé que me sientes, yo te conozco, yo te veo. No es locura. Estoy aquí. Cerca, bien cerca. No se puede separar lo que se ata en el corazón. No se puede matar un sentimiento. Sólo muere quien es olvidado. Te cuido, te protejo, te acompaño. No te he dejado. Tan solo me adelanté un poco en el paso. Y volveremos a estar juntas. Cuándo nos reencontraremos, sólo Dios lo sabe. Mientras tanto estaré aquí, a tu lado. Cerca, bien cerca. Hasta el último día de tu viaje”.