El ruido la persigue, como una aureola que se desprende de su figura. Claro que con su seguridad, su autosuficiencia no se detiene ni se paraliza ante las críticas despiadadas. Así camina por la vida Florencia Peña, que esta semana activó su nuevo programa, esa apuesta peculiar que inició en América.
La actriz nada en una oleada de recriminaciones, de auscultamiento desmedido de su ciclo, que mixtura el humor con las entrevistas y con la música. Muchas voces saltaron a la palestra para maximizar un análisis de su performance, de su contenido.
A pesar de todo eso, Florencia decidió armar las valijas, dirigirse al aeropuerto metropolitano para trasladarse por los aires a Salta, el lugar en el mundo de su pareja Ramiro Ponce de León, la provincia en la que nació su futuro marido y donde armaron un proyecto personal.
Sí, la cómica y su novio se edificaron una casona espectacular en esas tierras, pero no una cualquiera, sino una propiedad en medio del bosque, con acceso a un lago, unas vistas impresionantes, de esas que todo el mundo sueña e idealiza.
Totalmente feliz por la culminación de la obra, Peña abrió las puertas de este hogar, de este paraíso para una producción enorme de la revista Caras. Respecto a la casa, la actriz narró: “está construida toda en una planta pero en distintas alturas. Son cinco habitaciones con sus toilettes, una gran cocina, living, comedor, una linda piscina en la bajada que sigue hasta una laguna con miles de árboles”.
A la hora de ponderar algunas de las beldades más impresionantes de ese rincón en el mundo, de la planificación que pensaron, Flor contó: “Toda la casa está rodeada por una galería en la que nos sentamos a ver los atardeceres salteños que son una maravilla y, si se puede, con un buen vinito de acá también es perfecto”.
Lejos de tratarse de una situación azarosa, Peña especificó que proyectaron todo con Ramiro y que se lanzaron al desafío de cristalizarlo. “Es un lugar idílico. ¡Es nuestro lugar en el mundo! Lo buscamos, lo ideamos y lo estrenamos. Aquí venimos a relajarnos y disfrutar todo. ¡A los chicos también les encanta! Y acá, además, puedo relajarme y meditar. Un ejercicio que me encanta y que aquí me conecta directamente con la paz”, confesó.