Si hay una palabra que marcó la carrera deportiva de Gabriel Batistuta fue "gol". El delantero vivió de romper redes ajenas y se convirtió en campeón, ídolo y héroe haciendo gritar a hinchadas argentinas e italianas por igual. De hecho, hasta el sábado era el último argentino en levantar una copa con el seleccionado. 28 años después, lo hizo Lio Messi en el Maracaná. Gol, gol, gol, gol. Una y otra vez. Así se hizo grande, querido y venerado. Tanto que hasta le decían "El Bati-gol".
Una vez que se retiró, Bati le sumó una letra al final de esa palabra. Una efe. En realidad, lo había hecho ya antes de dejar de jugar al fútbol, cuando se volvió un fanático del golf y lo practicó cuantas veces pudo y en cualquier lugar del mundo que visitó. Se hizo tan fervoroso jugador de ese deporte que cuando diseñó su campo pensó en un espacio para poder practicarlo. Y lo hizo, claro.
Por supuesto que no tiene una cancha profesional de golf, que cuenta con 18 hoyos y requiere de un espacio enorme para planificarla. Lo que se mandó construir es lo que se llamaa "un golfito", una especie de circuito reducido con un par de "hoyos" y algunas dificultades para sortear y hacer un poco más entretenido el juego. Puede ser una lomada, un banco de arena o un pequeño espejo de agua.
Bati juega al golf con su mujer de toda la vida, Irina Fernández, a la que le transmitió su gusto y pasión por un juego que han abrazado otros futbolistas. Carlos Tévez, por ejemplo, ha declarado que es casi adictivo. "Cuando uno aprende a jugar al golf, a agarrar los palos y a medir la potencia y la exactitud de cada golpe, no podés parar" dijo el popular "Apache". En la farándula, el mejor ejemplo es Gastón Soffritti, quien incluso soñó con anotarse en algún torneo profesional.
Batistuta es de Reconquista, al norte de Santa Fe, allí donde la fértil pampa húmeda se convierte en campos más preparados para la ganadería u otro tipo de plantaciones que para la soja, que después se puede vender a 400, 500 o 600 dólares la tonelada. Igual, algunos apuestan a la que consideran "semilla divina" por los dividendos que da. Tiene una estancia impactante, donde a las comodidades para comer, dormir, pasar el rato o bañarse le suma espacios verdes generosos y amplios.
Por supuesto que hay pileta de natación para refrescarse en las agobiantes tardes del verano santafesino, donde la temperatura puede bordear los 40 grados y la humedad duplicar esa cifra. Tiene cancha de fútbol, por supuesto, y también otras de voley, otro deporte que le gusta practicar a la familia. Hay otro espacio clave para todos: la parrilla, el asador y el quincho, donde se preparan "las mejores carnes del país", como les gusta decir en aquella zona. Ahora hay que decirle "El Batigolf".
Las fotos de la casa de campo de Gabriel Batistuta