Es uno de los actores de mayor relevancia y que más crecieron en los últimos años. Gracias a su profesionalismo y esa capacidad por interpretar y meterse en la piel del personaje de turno, Nicolás Furtado (31) supo meterse de lleno en la elite del mundo actoral y jugar en las grandes ligas sin desentonar. Nació y se crio en La Teja, Montevideo, Uruguay, donde hizo sus primeras armas luego de egresar, en 2008, de la escuela de actores de Ricardo Beiró.
En 2012 llegó a Buenos Aires para ser parte de Dulce amor, la novela producida por Quique Estevanez. Allí se le abrieron las puertas en el país y su presente indica que no desaprovechó la oportunidad. A lo largo de esta corta –por la edad que tiene– pero intensa carrera, se caracterizó por saltar entre personajes muy distintos entre sí en lo físico, en su composición y hasta en el look. En cuanto a su trabajo, dio un gran salto en Educando a Nina y tocó el cielo con las manos ese mismo año, cuando Sebastián Ortega lo convocó para que fuese uno de los protagonistas de El marginal, poniéndose en la piel de Diosito, personaje ya emblemático de la televisión argentina desde la primera temporada.
Acaba de arrancar la tercera, y el rating es la prueba de lo que genera el producto posicionándolo, desde la TV Pública, entre lo más visto de la pantalla chica.
Profesional. “La popularidad de mi personaje la noto mucho en la calle. La gente me para, me saluda, me tira buena onda y me habla de Diosito. Siempre es lindo el reconocimiento, y que venga del público, mucho mejor, porque reconocen lo que hacés. Lo que generó, no sólo mi personaje, sino El marginal en sí, es muy lindo. Nunca me había pasado hacer una tercera temporada de algo, y lo estoy disfrutando. Estoy agradecido por lo que me está pasando y lo tomo con alegría, tratando de estar a la altura de los acontecimientos”.
Detrás de este reconocimiento hay todo un trabajo que no muchos están dispuestos a hacer. Por ejemplo, el día antes del casting para su papel durmió en una plaza envuelto en cartones y de allí se fue a la audición, con la energía puesta en ese personaje. No fue lo único que hizo para caracterizar a Diosito. Una vez que le dieron el papel, se fue a la Villa 31, uno de los barrios más peligrosos de Buenos Aires, con el mismo look, para no llamar la atención.
En alguna oportunidad contó que fue a comer churros y a hablar con los vecinos del barrio para acercarse a la realidad de lo que iba a encarnar. Un estratega que da la vida por la profesión. También fue a la cárcel a compartir una charla con un interno. “Me llamó la atención el orden que hay, y el respeto por ciertos códigos. Por ejemplo, no se miran ni a las mujeres ni a las hermanas de los otros presos”.
Su familia. De bajo perfil, mamó esa manera de manejarse en su vida de sus padres. Lleva la humildad como bandera y el barrio en la sangre. En las pocas veces que habló con la prensa, destacó a su papá y a su mamá como las personas que lo ayudaron a crecer, mantener los pies sobre la tierra y no marearse con las luces de la fama. Su madre es maestra de secundaria y su hermana, profesora de lingüística y francés.
“En mi casa soy uno más, soy Nico. Entiendo que es una profesión bastante particular la mía y que trae aparejadas un montón de cosas. Tratamos de mantener los pies sobre la tierra… ellos están orgullosos de mi carrera y todo lo que me está pasando”.
En la misma sintonía, destaca sus inicios en La Teja, a 9 kilómetros del centro de Montevideo. “Vivir ahí tiene sus cosas buenas y malas, pero no lo cambiaría por nada. Nacer en un lugar así fue lo mejor que me pudo pasar como actor. Conocí otros lugares y diferentes contextos sociales. Mis padres estaban preocupados por mantenerme al margen de los dramas del barrio, pero yo fui feliz. Encontré personajes y experiencias que me sirvieron, me nutrí. Incluso, para llevar adelante a Diosito recurrí a recuerdos míos de mi barrio”.
Uruguay. Más allá de haber cruzado el charco, no se olvida de sus raíces y siempre tiene la celeste puesta. “Uruguay en un país tan chiquito que cuando uno se va y triunfa, todos nos ponemos contentos. En mi caso siento el calor de mi país cada vez que voy”. Como sucede con tantos uruguayos, Pepe Mujica es la bandera que los identifica. “Es un ejemplo de vida, un referente para todos, más allá de lo que es la política. Es una persona honesta y leal a sí mismo, con intenciones buenas. Creo que su estilo de vida, esa convicción, es la que tiene que tener toda persona en su vida”.
A lo largo de su trayectoria, se identificó por la gran cantidad de cambios que experimentó. Le puso el cuerpo a la actuación y suele lograr sus objetivos desde la caracterización. “He experimentado bastantes cambios físicos y me tienta mucho hacerlo. Me encanta jugar con las transformaciones. Muchas veces esa transformación es más interna y psicológica, depende del personaje. Pero, si se puede, también me gusta cambiar el look y ser un poco camaleónico”.
"ME GUSTA CAMBIAR DE LOOK Y SER UN POCO CAMALEONICO. SIEMPRE DISFRUTE DE ESTA PARTE DE LA ACTUACION", RECONOCIO NICO.
Y si de desafíos hablamos, en su historial de trabajo le gustaría tener más recorrido en teatro. En alguna oportunidad contó que para llegar al teatro con un buen caudal de público es necesario tener una cara conocida. Parece que Nico, con su gran presente y alentador futuro, ya está preparado para salir a conquistar desde arriba de las tablas.