Las semanas se amontonan y ya construyen un hastío, un cansancio lógico por el encierro, por el aislamiento rotundo del mundo. Gran Hermano avanza y los seis sobrevivientes sufren por la extensión de su estadía, por eso la producción les metió un familiar a cada uno, en una movida peculiar.
Esta maniobra despertó elogios y críticas, más allá que solamente se encuadre en una semana, en una travesía corta, porque implica un alto riesgo de transmisión de datos del afuera, que podrían avivar a los participantes y activar movidas profundas en la competencia.
Una de las ingresantes más llamativas es Valentina, la hermana de Marcos, que provocó un revuelo entre los televidentes por el parecido físico, por la personalidad similar y por otros rasgos muy personales. El salteño explotó de emoción.
Esta profesora de español que vive en Francia había anticipado todo lo que sentía por su hermano en las redes sociales, donde publicó a corazón abierto: “Qué lindo es prender la pantalla y tener un poquito de vos todos los días. Verte reír a carcajadas, llorar, disfrutar, extrañar, me siento cerquita tuyo sin estarlo”.
Tras el abrazo interminable, la emoción de la sorpresa, de hablar largo y tendido, de mostrarle toda la casa, Marcos llevó a cabo un accionar específico para cuidar a Valentina. Lo que se vincula con la dificultad de resguardar la intimidad ante el ojo de decenas de cámaras.
¿Qué pasó? El salteño acompañó a su familiar al baño para sumergirse en una ducha, en todo momento la aconsejó y antes que ella se metiera bajo el agua, ejecutó una mirada fulminante a la cámara. Con ese lenguaje corporal le advirtió a la producción que no la enfoquen desnuda.