Volvió con fuerza, motorizado en un deseo del canal de optimizar sus mediciones. En consonancia con el éxito de los realities, más precisamente de Gran Hermano, la señal de Constitución desempolvó un formato que le generó temporadas positivas y lo sacó a la cancha.
Cuestión de peso retornó a la pantalla chica, con algunas novedades, como la designación de Mario Massaccesi como conductor, en un debut fuera de los noticieros, pero con la misma esencia y trabajos para los participantes, esos valientes que se animan a tratar de modificar su cotidianidad.
En estas primeras emisiones se destacó la sinceridad absoluta de Ernesto, que no dudó en admitir el tipo de menú que solía disfrutar en su día a día, que en definitiva colaboraba para configurar un estado físico complejo, a raíz de las adversidades que presenta la obesidad.
El gaucho abrió las puertas de su hogar y permitió que las cámaras de Cuestión de peso filmaran, y registraran, una comida típica de su rutina. Así, el concursante exhibió los productos que solía consumir y que se entrelazan con una tradición de las mesas argentinas.
LA DIETA DE ERNESTO ANTES DE ENTRAR A CUESTION DE PESO
Motorizado en un aura muy amable, Ernesto detalló su entendimiento de las secuelas de ese tipo de ingesta y admitió: “Estas cosas son las que me están llevando a mi al infierno, al mismo infierno, comer así”. Mientras se vislumbraban la variedad de delicias muy sabrosas.
En esa presentación, el participante reconoció: “Es tan rica la comida, me devoro todo”. Y luego pormenorizó esa dieta que consumía: “Salamín cordobés, mortadelita, queso Mar del Plata y pan de campo. Lo hicimos esta mañana, yo hago todo acá en casa. Pero es la perdición”.