Parece que las turbulencias ya pasaron, que los conflictos mayúsculos quedaron en el pasado, o al menos barridos bajo la alfombra. Los resabios de la infidelidad mediatizada, y más hablada de los últimos tiempos, de Mauro Icardi a Wanda Nara no gravitan para continuar adelante con su historia.
Esa noche de pasión, y lujuria, con la China Suárez en una habitación oscura de un hotel de París, más los meses de chateo hot con la actriz, no pudieron desbaratar el amor de Wanda, que eligió perdonarlo, otorgarle su exculpación y seguir radiante al lado de su esposo.
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Más allá de las versiones, y sobre todo de los pronósticos que auguraban un corto tiempo de paz, Nara e Icardi sonríen, se exhiben graníticos, totalmente sólidos como marido y mujer. Y justamente este fin de semana experimentaron una situación muy peculiar.
Resulta que los tortolitos participaron de una boda de un compañero de Mauro y en pleno desarrollo de la noche también se produjo la llegada de una fecha especial, porque se cumplieron ocho años de aquella decisión de caminar juntos por el altar.

En el marco del octavo aniversario de casados, Wanda e Icardi planearon una escapada multimillonaria, que incluye transportes aéreos privados muy costosos, para aterrizar en Ruanda. Un destino exótico, en medio del continente africano y bastante disímil a las glamorosas ciudades que suelen visitar.
En consonancia con su fascinación por exhibir todos los pasos de su vida, Nara armó una serie de posteos infinitos de todo tipo. Además explicó: “Todos los aniversarios caen en vacaciones y mi regalo preferido es un viaje. Cada vez la pongo más complicada”.







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