Ese supuesto de que la fama siempre cambia a las personas no se aplica a Lizy Tagliani, que a pesar de ser toda una figura en el mundo del espectáculo, brillar en el teatro desde hace años, romperla en la tele y en la radio, nunca, jamás, se le subieron los humos.
Pero no sólo eso sino que, en los últimos días, Lizy mostró en sus redes el paisaje cotidiano con el que se encuentra bastante seguido: las filas ocupadas del colectivo 130, el bondi del que es pasajera frecuente, según pudo averiguar un usuario de Twitter.
Todo empezó cuando la actriz posteó en Instagram una foto desde el interior de la unidad que sale de La Boca, pasa por el Bajo y atraviesa la zona de los lagos de Palermo. “Aguante el 130”, escribió, agradecida con la línea que tiene uno de los recorridos más lindos y directos.
Cuestión que uno de los pasajeros, al reconocerla, le escribió un mensaje directo para saludarla y compartirle su sorpresa. “Buenas tardes, Lizy. Qué loco, te acabo de ver en el colectivo. Y entro a tu IG y veo que subiste una foto”, le puso.
“A mí me dio cosa pedirte una foto, qué boludo, capaz que no querías que nadie sepa…”, siguió el chico, que cerró con la confirmación de que su presencia en el transporte público no fue una cuestión excepcional ni esporádica.
“Me animé a preguntarle al chofer, y me dijo que sí, que siempre viajás en el 130, ¡qué flash!”, terminó. Por supuesto que la publicación de Lizy en la red del pajarito se encontró con las clásicas lenguas viperinas que abundan allí.
“¿Por qué sacarse fotos así? Ni que fuera un acontecimiento épico para un riquillo”, puso una mujer, a quien otra le respondió: “¿Riquillo? Jaja Lizy es como todos nosotros y si a ella le gusta sacarse fotos en el 130, ¿cuál es tu problema, negri?”.
Cabe recordar que más de una vez Tagliani habló de sus orígenes humildes y de su historia de vida. “Me daba vergüenza ser muy pobre en un momento. Y no tanto ser pobre, sino mi mamá me daba vergüenza. Que es una de las cosas que más me angustia de grande”, contó en 2020, en PH Podemos hablar.
“Para mí era normal que mi mamá calentara el agua para bañarme en una lata de aceite de cinco litros. Hasta que un día me llevó a su trabajo. Y cuando abrió la ducha yo dije: ’Disney’. Nunca había visto una. Tenía seis, siete años”, dijo aquella vez.