Parece que el tiempo pasara a otra velocidad para Julieta Camaño: a los 38 años, la conductora luce un físico espléndido y todos le creerían, por ejemplo, si a ella se le cayera una sota y dijera que anda por los veinticinco.
En esa figura genial se combinan su fanatismo por el trabajo corporal (su cuenta de Instagram está llena de videos con los ejercicios que lleva adelante para “mantener todo en su lugar”), con un período donde efectivamente los días, las horas, los minutos y hasta los segundos transcurrieron de otra manera: su pareja, Fabián De Sousa, uno de los dueños del canal de cable C5N, estuvo preso un año y diez meses, un lapso que ella pasó en silencio y cultivando un bajo perfil riguroso.
Se aferró al trabajo y al conocimiento interior. Salió fortalecida, al menos en lo que se ve exteriormente, pero fueron momentos duros que deben haberle dejado una huella. Pero la actualidad es otra. Distinta, muy distinta.
En octubre del año pasado, De Sousa y su socio, Cristobal López –quien vivió un romance con otra famosa, Ingrid Grudke– recuperaron la libertad al caerse la prisión preventiva que los mantuvo tras las rejas, y Julieta pudo, por fin, respirar aliviada. No expresó un desahogo ni exigió revanchas, al menos públicamente, pero está claro que su sonrisa ahora es otra. Más grande, más sonora, más fresca, más cristalina. Lo mismo sucede con su ánimo, por supuesto.
Sus posteos dichosos se volvieron frecuentes. Ahora se la ve, sin más, despojada de ataduras (y prendas largas) que antes podían contenerla. Feliz, tranquila, concentrada en otras cosas. Exitosa también en su trabajo –su programa de los sábados a la noche, Right Now, defiende con buenos argumentos el alto rating que le deja Sobredosis de TV–, tiene motivos para celebrar y dejar que el tiempo pase como se le ocurra.
