Ustedes no se van a acordar porque son demasiado jóvenes, pero hasta 2018 enero solía ser un placer para andar por una Buenos Aires semidesierta y extrañamente calma. La construcción verbal cargada de ironía, tan usada en Twitter últimamente, cuadra a la perfección para describir lo que acaba de pasar este año en la vida real. Aquellas turbas de turistas huyendo de la gran ciudad en busca de playas, ríos, montañas, sol, mar, carnavales, paz, ruido, noche, comidas y demás etcéteras son apenas un recuerdo. La muchedumbre viajera se vio reducida de manera dramática al calor de una crisis que golpea con más fuerza que un campeón mundial de UFC.
Por culpa de la depresión económica, aquel único mes tranquilo del año se volvió un enero de calles atestadas de gente, colectivos desbordados de pasajeros y demoras de media hora para hacer cinco o diez cuadras. Y con los boletos muchos más caros y la temperatura y la humedad, como siempre en estas épocas, por las nubes.
¿Existe manera de evitar o eludir el fastidio de andar por Buenos Aires una tarde de treinta y pico de grados a la sombra? Pareciera que no, pero algunos se las ingenian. Están lo que andan en bici. O los más intrépidos que se calzan los rollers. Hay muchos que, para trayectos cortos, prefieren caminar. Mauricio Dayub, uno de los actores más exitosos de los últimos años gracias a ese fenómeno de permanencia y taquilla llamado Toc Toc, prefiere el monopatín. Y ahí se lanza a la aventura con su hijo Rafael, que se prepara para subirse al “bólido” como si manejara un Fórmula Uno: se pone gorro, a veces guantecitos y, por qué no, rodilleras. Está perfecto. El artista, que acaba de cumplir 59 años, es un padre responsable. En esta Buenos Aires no queda otra que tomar recaudos. Hasta en enero.
Mauricio Dayub y su hijo en monopatín