Para los padres, escuchar las primeras palabras de los hijos es un momento tan tierno como difícil de olvidar. Insuperable. Maravilloso. Con el tiempo, con los años, llegarán la infancia, la adolescencia, la juventud, la madurez y con ellas los pedidos, los reclamos, las recriminaciones, los saludos, los reproches, los deseos y las demás expresiones. Ninguna de ellas, por más dulce que sea, le podrá hacer competencia a la primera, a la que ayer escuchó Pampita jugueteando con su hija Ana.
Pampita justo tenía la cámara encendida y pudo grabar ese instante irrepetible y emocionante. Tanto ella como la beba estaban vestidas de blanco (indudablemente, su color predilecto) y se las veía de lo más divertidas. Risueñas y con la cara luminosa. Pampita la sostenía a upa con sus dos brazos, y Anita era un festival de gestos, miradas y morisquetas.
Pero en un momento Pampita dejó de moverla para un lado y para el otro porque advirtió que la nena estaba moviendo sus labios y que de adentro le venía como la necesidad de emitir algún sonido ya verbalizado, no un llanto o un sollozo para dar a entender que tiene hambre, algún dolorcito o la necesidad de entregarse a un sueñito reparador.
Ana García Moritán tiene 7 meses. Y ayer dijo sus primeras palabritas: "Ma...mamá...". Pampita festejó como si gritara un gol.
Por unos segundos, Pampita quedó inmóvil. Como petrificada. Como si el instinto materno le hubiera avisado que estaba por acontecer algo trascendental y determinante. De los múltiples movimientos pasó a una rigidez casi total. De los sonidos se fue al silencio. De compartir protagonismo con la nena dejó que su princesa fuera la que se llevara todas las miradas.
Y fue entonces que Anita dijo lo suyo. "¡Ma..... mamá....!", gritó con ese tonto inconfundible de los nenes cuando dicen sus primeras cositas. Y ahora, agarrate: cuando los chicos se largan no los para nadie. Ya vendrá el momento de caminar. Y ahí la cosa se pondrá más inquieta todavía. Igual Pampita ya tiene experiencia y va a disfrutar más que a hacerse drama.
La reacción de Pampita fue de película. Porque celebró como si estuviera gritando un gol de Boca, su equipo de futbol preferido. Alzó el brazo que le quedó libre (con el otro sostenía a la nena) y lo agitó de adelante para atrás como si Benedetto la hubiera agarrado de volea y la hubiera mandando al ángulo del arco rival. Y estuvo bien, era para celebrarlo así.